Yo prometí en unos #TresMinutos de hace un par de semanas que iba a ser valiente, que me iba a exponer como antes, que escribiría anclada en lo que me pasa por dentro para ayudaros a vosotras a ordenar lo vuestro.
Y yo cumplo mi palabra.
Te copio aquí un trocito de mis páginas matutinas de ayer mismo: “A veces pienso que me estoy apalancando. Por lo de no querer ir a fiestas, por las pocas ganas que tengo de moverme después de mes y medio fuera de casa. Por las pocas ganas de trabajar a destajo como antes, aunque eso suponga menos proyectos, menos ingresos. ¿O será esto la adultez? ¿Será que antes la velocidad era demasiada? ¿Serán estas ansias de tranquilidad solo una racha?
Supongo que el truco, como siempre, será preguntarle a mi Yo de 99, a ver qué me dice. Voy a escribir sobre esto en mis próximos #TresMinutos”
Llevo días dándole vueltas a estas ansias incrementadas y exacerbadas de tranquilidad. De las ganas de tés con leche en mi terracita mirando a mis montañas. De leer durante horas en mi sillón. De agendar momentos de NADA, porque la prisa es una de las cuatro cosas que he descubierto que no quiero en mi vida durante este viaje larguísimo (Te lo contaba en este texto).
Disfruto asalvajadamente esos pequeños placeres que tienen que ver con el silencio, la soledad, el fresquito de la mañana. Con contemplar a mi vecina trabajando en su huerto desde muy temprano, con su trenza larga y blanca.
Por otro lado, echo de menos tener ganas de algunas cosas que antes disfrutaba a lo bestia: los findes en Formentera con mis amigas, que bebían vodka de una jarra llena de Calippos de lima (yo siempre fui abstemia), que eran manteadas por decenas de italianos en los chiringuitos playeros.
Echo de menos tener ganas de bailar hasta que se hace de día y llegar a casa con los zapatos en la mano y el rímel por las rodillas.
Echo de menos los domingos de resaca de mis amigas, mis domingos de cansancio total (os recuerdo que yo, hasta hace nada, trabajaba en una discoteca ibicenca), tiradas en una hamaca, muertas de la risa, medio adormiladas, comiendo sándwiches de pollo y bacon.
Tengo nostalgia de aquellas ganas, muchas.
Pero cuando le pregunto a mi Yo de 99 qué es lo que me está pasando, si tengo que esforzarme en retomar aquello, si es compatible aquel asalvajamiento con esta quietud me dice que no me preocupe.
Que el problema sería no encontrar el disfrute en ningún sitio, no que el disfrute haya cambiado de lugar. Que lo preocupante sería no tener ilusiones, y la verdad es que esas me sobran. Que lo incoherente sería agarrarme a lo que ya fui, a lo que ya pasó, porque la vida solo va en una dirección y pretender vivir siempre en el mismo contexto, a la larga, se convierte en evasión.
Y lo que queremos es presencia, todo el rato.
Mi Yo de 99 me dice que lo jodido habría sido no aprovechar aquella energía infinita, juzgarme por salir sin mesura. No divertirme todo lo que pude y más.
Antes me divertían unas cosas y ahora, otras.
Lo frustrante sería abandonar la Yo de antes sin conocer a la Yo de ahora. No avanzar por miedo a traicionar a otros y acabar traicionándome a mí. Confundir raíces con lastres inútiles. A lo único a lo que hemos de anclarnos es a quiénes somos en cada momento.
Mi Yo de 99 es listísima, menos mal, me ha dejado más tranquila todavía.
P.D.: quizás, leyéndome, te has dado cuenta de que andas en ese impás en el que no sabes muy bien de qué esta hecha tu voluntad, de que estás posponiendo constantemente tus deseos mientras atiendes los de todos los demás.
Imagina despertarte cada día y tomar decisiones desde lo que TÚ quieres, no desde lo que crees que deberías hacer.
No necesitamos justificaciones ni excusas para decir “ya no quiero esto” ni postergar infinitamente lo que realmente queremos, querida mía.
Si te sientes identificada, te dejo AQUÍ 5 ejercicios super potentes para reconectar con lo que realmente quieres.
P.D2.: si ya tienes claro que lo que quieres es dejar de pensar en las listas de “Tengo qué” y lanzarte sobre la lista de todos los “Yo quiero esto”, creo que deberías echarle un ojo a la que va a ser mi única formación presencial hasta el 2027.
Más que una formación, es una experiencia, un retiro. Porque puedes compartir, si te apetece, un fin de semana entero con otras mujeres que tienen tus mismas inquietudes y tus mismas ganas de conocerse, priorizarse y pasarlo bien (amigas, que nos vamos al spa más increíble que he visto en mi vida, y he visitado unos cuantos…)
Será el 27 de septiembre, en las increíbles montañas de Andorra.
Esta formación es para ti si…
· Te mueves por inercia en algún aspecto de tu vida
· Justificas ante los demás tus decisiones constantemente
· Te cuesta identificar qué quieres realmente más allá de lo que se supone que deberías querer
· El desear algo no te parece razón suficiente para ir tras ello
· El no estar a gusto en una situación no te parece razón suficiente para salir de ella
· Sientes culpa cuando te priorizas
Y lo que quieres es…
· Despertarte cada mañana con claridad sobre lo que quieres, sin el peso de la confusión constante
· Tomar decisiones con seguridad, desde la conexión contigo misma, no desde la aprobación ajena
· Darle la suficiente importancia a tu voluntad como para trabajar por lo que TÚ quieres y abandonar lo que ya no quieres
· Sentirte libre y disfrutar del tiempo que te dediques
· Defender lo que quieres ante ti misma y ante los demás, sin necesidad de justificarte constantemente
Si tienes alguna duda, me la puedes dejar en comentarios.
Feliz sábado y feliz vida,
Sol
Sol
Querida Sol. Te leo desde mi terraza, acompañada por un café con espumita donde -sí, lo confieso- he dibujado un corazón que parece más patata que símbolo del amor . Unas tostadas de pan de semillas con tomate rallado y aceite de oliva me miran con orgullo por no haber elegido cereales industriales. La salida del sol sobre las montañas y los pinos tiñe todo de serenidad. Apenas se escucha el tráfico madrileño; es julio, y la tranquilidad es absoluta.
Tu mensaje me ha erizado la piel. He estado en ese sitio de no entender, de no aceptar esta nueva fase. Con un trabajo exigente, métricas por todos lados, y una competición digna de “Los Juegos del Hambre”, mi mundo se apagaba poco a poco. Gracias a mi psicóloga (un poco maga), pude mirar ese cambio con otros ojos… ¡y algo de menos drama! Es precioso leerte atravesando tus estaciones y sentirse identificada, como si estuvieras escuchando a una amiga. Nosotras también mudamos piel, como lagartas pero con el estilo de una diosa vikinga gracias a ti. Un abrazo gigante, con cariño y café.🤗
Escrito precioso como todos. La edad, no creo que tenga que ver con lo que nos debería hacer disfrutar cada mañana o tarde de nuestras vidas. Así como tú has sido siempre abstemia, habrá personas que en su juventud tampoco encontraron disfrute en las resacas, el acostarse o el bailar sin parar hasta el amanecer. Quizás, a sus 50 sigan bailando sin parar, cómo cuando eran jóvenes, pero no hasta las tantas. Tal vez, la velocidad en todo, nunca estuvo entre sus planes. Creo que lo que ha cambiado, con la edad, es la certeza de saber lo que SÍ NOS GUSTA. De decir NO con Calma, a lo que realmente no nos apetece. Y eso querida nos hace inmensamente felices y disfrutonas. En mi humilde opinión, no fue tanto la edad sino más bien la madurez, seguridad y el autoconocimiento que la misma nos aporta para elegir que sí y que no nos encanta. ✨