Este viaje me ha enseñado 4 cosas que ya no quiero en mi vida (y tú tampoco las quieres en la tuya)
Ya, no es sábado, querida mía, pero es que estoy aprendiendo muchas cosas y sabes que mi propósito es compartir con vosotras todo eso que me sirve. Además, me quedan como tres horas de viaje por delante y escribiros es la mejor manera de pasar este rato.
Si me sigues en redes, sabrás que llevo más de un mes viajando. Primero fue Nueva York durante varias semanas. Qué gusto poder trabajar desde cualquier punto del planeta, y tras un paso breve por Vancouver, mi hijo pequeño y yo nos hemos ido a cumplir su sueño, un crucero por Alaska. (Muchas me habéis pedido detalles sobre todo esto, organizaré la información y la compartiré, por si os sirve)
Quizás, a estas alturas del artículo, estés pensando en la suerte que tengo, por tener este trabajo, por contar con los recursos para poder hacer este viaje.
Te cuento algo, yo creo que la suerte influye en pocas cosas en la vida. Estar sana es la mayor suerte. Que te toque la lotería es suerte. No se me ocurre nada más ahora mismo.
El resto tiene mucho más que ver con decisiones, con esfuerzo, con asumir riesgos, con conseguir la claridad suficiente para definir tus objetivos y, ante todo, con saberte merecedora de lo mejor del mundo. De ese merecimiento sale todo lo demás, porque nunca vamos a conseguir algo que no creamos merecer. Nunca.
Lo que te quiero decir, y este es el primer aprendizaje de este viaje, es que estoy disfrutando, no porque sea más lista que hace unos años, no porque tenga más tiempo o dinero, sino porque siento que me lo merezco. Me doy permiso para disfrutar todo lo que puedo. Y no solo viajando, sino en mi día a día, que es lo importante. Sé que merezco rodearme de belleza, vivir en calma, pasar tiempo con mis amigos, estar en forma y darme cuantos más gustazos, mejor. Sin excusas y sin dar explicaciones. Es mi tiempo, en mi dinero, es mi vida. Y tengo solo una, que yo sepa. Además, no sé cuánto va a durar.
Aquí llega la primera cuestión que no quiero en mi vida. No quiero justificarme, no quiero posponer, ni sentirme culpable. No quiero preguntarme si es un capricho o no, porque esa pregunta ya no tiene sentido ya para mí.
De nuevo, esto no tiene que ver solo con un gran viaje, porque eso pasa de uvas a peras, sino con descansar lo necesario; tiene que ver, también, con decir y decirme unos cuantos “noes”; con crear espacios de paz, soledad y silencio, y defenderlos a capa y espada; con preguntarme, todo el rato, cuál es la mejor manera de tratarme.
Vamos a la segunda tanda de lo que no quiero en mi vida. No quiero prisa. No quiero días puzle, con una tarea después de otra, incluso si la tarea es gustosa. Soy consciente de que no voy a conseguirlo todos los días, pero es que el objetivo solo nos señala la dirección. El objetivo no nos pellizca ni nos castiga si no lo conseguimos, simplemente nos da claridad a la hora de tomar nuestras decisiones.
Estar una semana surcando los mares, yendo al gimnasio sin prisa, comiendo con toda la pachorra del mundo, paseando sin mirar el reloj ha sido algo de lo más revelador. Algo que me recordó, de alguna manera, al confinamiento. No tengo que quedar con nadie ni hay ningún sitio donde ir. Una mierda por un lado (en aquel caso), un descanso muy grande por otro.
Me he propuesto colocar en mi agenda espacios de NADA, porque una ya se conoce y tiende a llenar. Muchas veces de gustazos, pero llenar. Y ahora quiero vacío, porque he descubierto que me apasiona. Que a mi cerebro y a mi cuerpo les pasan muchas cosas buenas en esa Nada.
En ese vacío me observo, me escucho y me conozco. Soy consciente de lo que siento en cada momento. Y, como he estado pendiente de mí, he notado el alivio cuando me lo daban todo hecho. Otros limpiaban, cocinaban, coordinaban las actividades por mí. Yo solo estaba, nada más. Una pausa en ese sentir que llevas sobre los hombros el peso de TODO.
Para una autónoma, madre soltera de dos eso es como una ciencia ficción gloriosa e indescriptible.
Y me ha flipado.
Aunque voy a reconocer algo, la primera vez que le dije a mi hijo “Me encanta que me lo den todo hecho”, sentí una punzadita de incomodidad en algún lugar de este cuerpo mío. Como una ya está trabajada, empecé a preguntarme ¿De dónde sale esa especie de culpa, de “esto no está bien”? Y, claro, la respuesta siempre está en nuestros orígenes, en familias que no delegan, que lo consiguen todo a base de sangre, sudor y lágrimas.
Quizás va siendo hora de replantearnos, de cuestionar, de reescribir nuestras historias.
Y en este cuestionarme he decidido que no quiero culpa en mi vida, no me sirve para nada bueno. A ti tampoco.
Como no es todo oro lo que reluce, te cuento que en este viaje ha habido alguna pega. El apartamento en el que estaba en Nueva York era monísimo, estaba increíblemente situado y era también ruidoso A MÁS NO PODER. A las cinco de la mañana parecía que todos los camiones de la galaxia se reunieran debajo de mi ventana. Y había dos gatas de las que me he enamorado, pero no me ha pasado lo mismo con tener que estar limpiando pelos y caca todos los días, la verdad. Ojo, que no digo que sea malo, no digo que esté mal, digo que YO no quiero eso.
Ahí he descubierto otra cosa que no quiero: incomodidad. No sé si será la edad o el merecimiento, pero yo quiero estar cómoda. Cómoda es fresca en verano, calentita en invierto, despertarme cuando yo decida, que el agua de la ducha salga con la presión que me gusta. Comer rico y sano. Que todo huela bien y esté limpito y ordenado.
Y en mi casa estoy comodísima, así que he decidido que si salgo de ella es para estar igual o mejor. Posiblemente eso signifique viajar menos, pero en mi lista de prioridades, ahora mismo, la comodidad está por encima de todo lo demás. Soy una señora, y me gusta.
Me apasiona descubrir todo lo que no, porque es el reverso de todo lo que sí. Porque esa claridad es necesaria para construir la vida que queremos. Y en esa vida, inevitablemente, cambiamos. Supongo que lo deseable es ir modificando lo de fuera, cuando lo de dentro nos pide otra cosa. Alinearnos con la persona que somos ahora, no aferrarnos a la que fuimos.
Todo eso requiere de mucho autoconocimiento y también mucha autovaloración, porque si yo no tengo en cuenta lo que quiero, si yo no me sé merecedora (y aquí volvemos al principio de este texto) nunca voy a hacer lo necesario por apartar de mi vida lo que no me satisface.
De merecimiento, de cambio, de autovaloración, de culpa, de validación, del miedo al fracaso vamos a hablar largo y tendido en la nueva formación de la que ya te hablé en el correo de ayer, la más profunda y transformacional sobre Autoestima y Autovaloración que he diseñado hasta la fecha. Nos vamos a dar la vuelta cuál calcetín para ocupar el lugar que merecemos en nuestra vida.
Las suscripciones se cierran el 10 de julio.
¿Qué voy a compartir en esta formación?
Todo lo que a mí me ha servido para pasar, en los últimos 10 años:
De creerme incapaz de crear nada por mí misma a esto que ya conoces, una comunidad de decenas de miles de mujeres llenas de ganas e ilusión.
De no definir límites a soltar “Noes” con una facilidad pasmosa. También a mí misma, ojo
De que la culpa hiciera que me lo cargara todo a las espaldas en mi maternidad, en el trabajo, en todo a vivir, la mayoría del tiempo en calma y priorizándome.
De tener unas relaciones en las que no existían los límites y, por tanto el respeto a mí misma a tratarme, todo el rato, de la mejor manera posible. A tener relaciones basadas en todo lo bueno, no en carencias.
De conformarme con lo mínimo a preguntarme, todos los días, qué es lo mejor que me puedo permitir con los recursos que tengo (tiempo, dinero, habilidades…)
De vivir sin tenerme en cuenta a ocupar todo el espacio que merezco en mi propia vida.
Te dejo aquí toda la información.
La formación es en el marco de mi membresía (no tiene coste extra) y en ella te vas a encontrar con una tribu de mujeres apasionante (lo sé, porque muchas de vosotras formáis parte de esto desde hace muchos meses y cada día me sorprendéis con vuestra fuerza y vuestra sororidad).
Espero verte pronto al otro lado de mi pantalla.
Un abrazo grande,
Sol
Aquí otra SEÑORA.
Bravísimo