Hablaba el otro día con mi amigo Luis de cuánto tiempo perdimos en Can Titi, un bar de toda la vida en el pueblo de Ibiza donde pasamos los veranos desde niños. A nuestros diecisiete, Luis, mi prima Eva, Isra y servidora llegábamos al bar a las diez de la noche y a veces nos daban las cuatro de la mañana esperando a Óscar, el último integrante de la pandi, que trabajaba en un restaurante y siempre acababa tardísimo.
Perder el tiempo
Perder el tiempo
Perder el tiempo
Hablaba el otro día con mi amigo Luis de cuánto tiempo perdimos en Can Titi, un bar de toda la vida en el pueblo de Ibiza donde pasamos los veranos desde niños. A nuestros diecisiete, Luis, mi prima Eva, Isra y servidora llegábamos al bar a las diez de la noche y a veces nos daban las cuatro de la mañana esperando a Óscar, el último integrante de la pandi, que trabajaba en un restaurante y siempre acababa tardísimo.