Si has leído los #TresMinutos en los que hablaba de lo imposible, sabrás que estoy perfeccionando mi acento en inglés con un profe majo y listo a más no poder. El caso es que, en nuestra última sesión me recomendó que escuchara a Elizabeth Gilbert, la autora de “Come, reza, ama”, porque le parecía que teníamos una vibración similar. Yo, que soy obediente a más no poder, más si se trata de aprender, allá que fui a revisionar la charla Ted de la escritora, en la que habla de inspiración.
Cada día tendría que escucharla, porque vaya maravilla.
Si estás pensando que su discurso no va contigo, estás equivocada. Lo siento, amiga, pero aquí no puedo andar con paños calientes: buscar la inspiración no es recomendable, ES IMPRESCINDIBLE.
No nos damos cuenta porque, desde que nos subieron a la rueda de hámster, hace ya unos años, no nos hemos bajado y no nos hemos parado a pensar qué es lo que importa de verdad, cómo queremos vivir, cuáles son esos estímulos que nos pellizcan los entresijos y nos erizan los pelillos de la nuca. No nos hemos planteado lo extraordinaria que es la vida cuando nos sentimos parte de algo más grande que nosotras, ni cómo podemos mejorar nuestra existencia fijándonos en quienes tienen la habilidad de ver más allá de los límites que otros establecieron. Yo sigo metida en mi cajita, me digo que estoy muy a gusto (por más que muera del asquito cada día) y a tomar por el jander, para qué asomar la cabeza, para qué hacerme preguntas, para qué elevar el dron sobre mí misma, si se me puede caer encima y arrearme en la sesera.
Dice la RAE que la inspiración es el estímulo que anima la labor creadora en el arte o la ciencia. Lo leemos rápido y no caemos en que no hay obra de arte más importante que la propia vida, en que es necesario que buceemos en la ciencia de lo que nos pasa y de lo que no nos pasa, para comprobar si lo hemos planeado o nos hemos dejado arrastrar por los miedos, por algo que no sabemos qué es y a lo que llamamos “Destino” “Suerte”, “Circunstancias” y otras excusas varias que nos distraen de lo que realmente hemos venido a hacer aquí: contarnos una historia que nos apasione.
Necesitamos la inspiración, amiga, ya lo he dicho más arriba. La necesitamos porque vivir no es solamente asegurarnos de que este cuerpecito respira y camina, eso es sobrevivir. Vivir es mantener las antenas afiladas y las ventanas abiertas para absorber conocimiento y experiencias que nos dejen con la boca abierta y el corazón tiritando; dejar que ese impulso eléctrico nos recorra la columna y encienda la chispa necesaria para empezar a brillar de una puñetera vez; decidir si nos quedamos con lo que nos cuentan, o si lo tiramos a la basura porque no nos sirve. Si guardamos lo ajeno, no hagamos un copia – pega. Filtremos. Definamos desde la subjetividad cómo eso que he escuchado, que he visto, se incorpora a esto que soy para hacerme más grande y mejor.
Quizás te preguntarás hasta cuándo es necesario buscar la inspiración, aprender, pensar, amasar, crecer, mejorar. Pues yo diría que hasta que suena el pitido final, porque inventarse la vida no debería tener fecha de caducidad; porque pensar y hacer cada día lo mismo no es divertido y estamos aquí para divertirnos y a poco más, no nos despistemos con fantasmas heredados de gente que ni conocemos: el objetivo, siempre, es que la curiosidad venza al miedo.
Gracias Sol por estos tres minutos de cada sábado. Maravilloso el de hoy. Tu también eres inspiración para muchas. Gracias
Llevo un tiempo pensando en la diferencia entre vivir y sobrevivir. Tú lo defines de forma impresionante. Yo quiero vivir. Gracias por tus letras, gracias por ser inspiración.