Las que escuchéis el pódcast que comparto con mi adorada Leire, sabréis que me ha dado por estudiar inglés. Cuando se lo conté a mis amigos, todos me miraron con cara de “A ver tía, si tú hablas inglés”. Sí, yo he trabajado en inglés la mitad de mi vida, pero tengo un acento raro, producto de trabajar con gente british, escuchar muchas películas yankees y ser catalana. Ahora quiero tener un acento estupendo y he elegido el americano, porque me ha parecido más fácil que el de Downton Abbey, la verdad y porque visito más Nueva York que Londres.
El caso es que cuando mi dialect coach me preguntó cuál era mi objetivo no supe qué responder. No soy una de las actrices a las que él enseña y que tienen que pasar castings y hacer de señora de Arkansas cuando han nacido en Bogotá. Pues mejorar mi acento, supongo, poco más. Pero a medida que mi simpático profe me detallaba su sistema, me contaba cuáles eran los logros de sus alumnos y yo me daba cuenta de que la amiga que me había dado su contacto es una actriz española que hace diez años no hablaba inglés y ahora hace papeles de californiana me fui animando. Cuando mi profe de acento inglés me dijo que había nacido en Cuenca ya me volví loca. Mira, no tenía un objetivo, pero ya lo tengo: quiero hablar inglés como tú y como mi amiga, la nueva californiana.
Ay, la alegría que me entró. Y es que, amiga, a esta coach se le había olvidado que uno de los requisitos de los objetivos SMART, que son los únicos objetivos válidos, es la R de relevante. Y no hay nada más relevante que un reto, que conseguir lo que en tu mente es imposible, por más que compruebes que otros lo consiguen. Y si lo consigue un chaval de Cuenca que no tiene, como los catalanes, e y o abiertas, una vocal neutra, y una ese sorda y otra sonora, esta señora criada en Lloret de Mar lo consigue por sus ovarios menopáusicos. Vale, el chaval del Cuenca tiene un oído que lo flipas, pues vamos a conseguir lo mismo.
Tres sesiones llevo con Alex y estoy feliz de la vida, practico casi cada día. Ya sé decir Top Gun como el mismísimo Tom. Y también pronuncio Tom como es debido. Solo me quedan otros tres mil sonidos, aproximadamente, pero llegarán, que lo sé yo.
En el vuelo en el que escribo estas líneas y que me lleva a Nueva York he visto una peli que se llama “Ambulance”, prescindible absolutamente, ya os lo digo. Os lo cuento porque la prota es Eiza González, una chavala mejicana que ahora también es californiana o algo así, porque habla igual que Alex y que mi amiga actriz. Es más, la transformación de Eiza no se refiere solo a su acento, sino a la totalidad de su físico. Es la mutación más bestia que yo he visto en mi vida, y ojo, que mi observación no es una crítica, sino todo lo contrario, es admiración de la buena. Cuánta voluntad y cuánta disciplina se necesitan para convertirse en otra persona, en una que parece imposible de inicio. No voy a entrar a juzgar o a valorar acerca de la superficialidad, de la necesidad o de los medios para conseguir los fines, entre otras cosas porque su vida no me incumbe y porque el aprendizaje es bastante más inspirador y constructivo que la crítica. Saber que otros consiguen lo imposible debería darnos pistas sobre a dónde podemos llegar si nos lo proponemos. Y nos lo curramos, claro.
Maravillosa lectura que te hace pensar... GRACIAS SOL ❤️
Que grande ere Sol. Siempre que te leo me digo; ¡A comerse el mundo, coño!
Y chimpum. También te digo que a veces se me queda atravesadito en la garganta.