Cuánto encierra la palabra que titula este texto. Al menos para mí, hoy. Probablemente hayas seguido en las redes mi periplo de la última semana: fui a Barcelona y Lloret, el pueblo de la Costa Brava en el que crecí, para impartir varias formaciones. Escribo “fui”, pero es “volví” en realidad.
Y es que hay lugares, personas, momentos a los que uno no va, sino que vuelve.
Yo vuelvo a Barcelona, vuelvo a Lloret, vuelvo a Nueva York, vuelvo a Madrid, vuelvo a mis amigos de aquí y de allá, vuelvo a ver a mi tía Marisol y a mi tío Antonio y a mi prima Eva y a mis padres. Creo que no vuelvo a nada más.
Digo que vuelvo, porque una parte de mí se quedó siempre allí o con ellos, porque me abrazan sus calles, su vida, o su cariño en el caso de las personas. Vuelvo porque siempre me siento bien en ellos, con ellos. Porque mi eje se encaja aún más y no hay que dar explicaciones, ni contextualizar. Comenzamos la charla donde la dejamos la última vez; sí, también con los lugares. No hay que aclimatarse ni situarse. Estoy donde me quedé, vamos al turrón sin necesidad de preludios.
Volver te da perspectiva, porque el lugar es el mismo, pero tú nunca lo eres. Te comparas con el último yo que estuvo aquí. Quizás eras más joven, o más vieja, porque eso no depende de la cronología, sino de la ilusión. Quizás lo tenías todo más claro, o más oscuro, o ni lo uno ni lo otro. También te comparas con los otros, ojalá sea con todos, y no con los que crees que están mejor. Y he escrito “crees”, ojo. Las comparaciones no siempre son odiosas, pueden ser muy útiles si se emplean bien.
Me comparo y me encuentro mejor que la última vez que estuve aquí o que te vi, ole yo. Miro alrededor y siento que he evolucionado, que ando de la media para arriba, ole yo. Miro alrededor y me doy cuenta de que tengo que tomar cartas en el asunto, porque todos han avanzado y yo sigo anclada en el mismo lugar, ole yo, ya me he dado cuenta, ahora solo tengo que hacerme cargo para crecer y expandirme y así la próxima vez me compararé y me darán ganas de aplaudirme.
Volver supone, también, comparar entre sí a los personajes de esos escenarios, contemplar en quién o en qué se han convertido tus compañeras de clase, los guapos del pueblo, tu pueblo mismo. Es apasionante, maravilloso y a veces desolador comprobar lo que años de buenas o malas decisiones provocan en los cuerpos, en las almas y en los edificios. Un día tras otro, tras otro, tras otro de declive o un día tras otro y tras otro de aciertos suponen, tras varios años, que el resultado sea catastrófico o sublime.
Si has leído “Apréndete” te sonará la historia de Cristina, una compañera de colegio a la que reencontré treinta años después totalmente destrozada, alcohólica, irreconocible. Volví a verla el sábado pasado, en el restaurante en el que cenaba con otras chavalas que habían ido a nuestra clase, mientras bailaba entre las mesas y molestaba a los comensales. Mientras no reconocía a aquellas con las que compartió trece años de su vida, con las que creció. Me reencontré también con Sandra, que interpretaba al demonio en la función escolar de 1º de EGB en la que yo encarnaba al arcángel San Miguel. Ella fue la que pensó en mí para que les hablara a los empleados de l ´Ajuntament sobre motivación y ella se ha convertido en una tía brillante, ilusionada, que se esfuerza cada día en convertir nuestro querido pueblo en algo aún mejor y que hace lo mismo con ella misma.
En los últimos días he vuelto de y a unos cuantos sitios, algunos están fuera y otros, los más importantes, están dentro. De todos aprendo, en todos me pregunto y me cuestiono. Volver es tan necesario como apasionante. Volvamos a lo que fuimos, no para quedarnos, sino para entender lo que hoy somos.
Qué bonito Sol. De tus letras me llama la atención el refugio que supone para ti tu familia, tus orígenes. Ser sin dar explicaciones. Aunque parezca una contradicción, para muchas personas es más difícil ser uno mismo cuando está rodeado de familiares 😂 pero eso es otro melón.
Y, por otro lado, la valentía de tener el analizador siempre activo en esa búsqueda constante. Supongo que cuando estás en movimiento, como tú dices, y con esa inercia de evaluación, es más fácil.
Enhorabuena por esos reencuentros, por ese volver y por salir bien parada de la experiencia.
Tu reflexión de hoy me toca de cerca. No puedes expresar mejor lo que pasa cuando una “vuelve” a sus raíces. He experimentado lo mismo este año al regresar a mi ciudad natal luego de 8 años. Tsunami de emociones pero también un orgullo haber tomado perspectiva de quién soy hoy y lo que he logrado construir a lo largo de estos años.
Gracias siempre por inspirar y expandir esta comunidad. Haces mucho bien Sol.