El secreto de la eterna juventud

Me he aficionado fuertemente a “Wiser than me”, el podcast de Julia Louis-Dreyfuss. Tras escuchar a Jane Fonda, Isabel Allende y Fran Leibowitz, seguí con Ruth Reichl. No conocía a esta señora neoyorquina, cocinera, gastrónoma y escritora. Y me alegro de haberla descubierto, porque qué maravilla, señoras. Qué sencillez, qué perspectiva. Con qué normalidad relata la vida junto a una madre bipolar, qué humildad demuestra relatando cualquiera de sus múltiples logros y actividades.

En un momento dado, Ruth afirma que una se mantiene joven si no deja de hacer cosas que no sabe hacer. Es decir, si aprende. Aprender es enfrentarse a lo desconocido, ser curiosa y valiente. Amar la novedad, descubrir, aferrarse a la aventura y confiar en que contamos con las herramientas que nos ayudarán a resolver el siguiente crucigrama, aunque ahora mismo no podemos verlas. La confianza en una misma se alimenta del desafío continuo, de la capacidad de resolución. Escuchándola decidí que otro de mis nuevos hábitos sería descubrir algo que el día anterior desconocía. Ese día lo cumplí encontrándola a ella. Al día siguiente fue la exposición de Sorolla en el Palacio Real la que rellenó mi casilla de lo inédito. El domingo Spotify me presentó a Brenna Whitaker, qué sorpresa y qué voz.

Como soy yo muy de contrastar, confirmar y comparar,  empecé a analizar a las personas de más de setenta que conozco; a intentar detectar, como no, patrones comunes en aquellas que considero personas viejas y también en las que, a pesar del calendario, jamás serían dignas de ese adjetivo. Efectivamente, el cabra loca de mi padre no para de de idear, de hacer, de retarse, de moverse, de ilusionarse, de dejarnos boquiabiertos con sus mil proyectos. Mi ex-suegra Cuca recorrió Europa en moto pasados los setenta, más tarde empezó a trabajar en el corner de lujo de unos grandes almacenes.

Está claro #ElMeneoEsVida para el cuerpo, para la mente y también para el alma. Avanzar cada día un paso, o dos o cien; crecer para llegar más alto y más lejos. Para sentirnos orgullosas de nosotras mismas; para retroalimentar el hambre, no solo de conocimiento, sino también de experiencia y sabiduría. Porque no nos engañemos: la sapiencia no la regalan los datos, sino el caminar por la vida con el impermeable quitado, dejando que lo nuevo te empape. Ya decidirás si lo secas o dejas que se te filtre.

Por si leyéndome no se te ocurre qué puedes hacer para seguir siendo joven tengas la edad que tengas (porque no nos engañemos, hay gente de treinta viejísima); por si dudas de dónde encontrar eso que ahora ignoras, te diré que la lectura es siempre el recurso al que acudir cuando no sabes por dónde tirar, en esto y en todo. Que el arte, en cualquiera de sus formas, es el antídoto contra la mediocridad, el conformismo y la pesadez. Que todo eso que observas, en la tele, en las revistas, en las redes sociales y despierta tu curiosidad es digno de ser explorado, ya sea un curso, una cafetería o un viaje.

Como siempre, más que la acción, importa la mentalidad, una que me mantenga abierta, porosa, flexible. Que me convenza de que la novedad y lo desconocido son la clave del crecimiento y la plenitud. Y de la juventud, claro.

P.D. El lunes pasado me desnudé en mi podcast y hable de algunas de las transiciones en las que ando inmersa. El cambio nos asusta, hace que el suelo se mueva bajo nuestros pies, así que, en solo trece minutos, comparto con vosotras herramientas para mantener la estabilidad y el equilibrio cuando todo alrededor se mueve de sitio. Puedes escucharlo aquí.