Estos #TresMinutos no han empezado frente a mi pantalla, sino en una caminata preciosa por el West Village neoyorquino, que es mi nuevo barrio favorito.
No hay como caminar sin pensar en nada en concreto para que las ideas se agolpen entre mis sienes.
Mientras paseaba entre cafeterías y tiendas monísimas reflexionaba sobre lo que me dijo ayer Elisa, la dueña de la agencia que ha organizado el año de estudios de mis hijos en Estados Unidos. Os compartí su cuenta de Instagram en stories, empezasteis a darle click como si no hubiera un mañana y todo su equipo estaba flipando en colores con la cantidad de nuevos seguidores.
El caso es que Elisa y sus chicas me mandaron mil agradecimientos, a lo que yo les respondí que no tenían por qué, que lo hacía encantada, porque esa información aportaba valor a mis seguidoras. Es muy difícil, y os lo digo por propia experiencia, encontrar a quién confiarle lo más importante de nuestras vidas. Si ayudando a mis seguidoras ayudo también a unas tías emprendedoras y súper profesionales, FENOMENAL. Yo soy de lo más feliz.
Elisa me respondió que sí, que vale, pero que no todo el mundo lo haría, menos con 150.000 seguidores en Instagram.
Ya, pero es que yo soy la misma persona, con 150.000 o con 15. Y lo que hagan los demás me importa un huevo de toda la vida de Dios. Menos mal, también os digo.
Y no me preguntéis cómo, he enlazado este asunto con la búsqueda del propósito. Probablemente tenga que ver con lo bien que me siento cuando compruebo que lo que hago sirve para algo y también con que ando ya inmersa en la preparación de mi próximo programa, que lanzo en septiembre y que trata sobre reinvención, sobre búsqueda de los propios talentos, sobre escribir nuestra historia y unos cuantos asuntos más. Yo me obsesiono con la formación y todo lo que veo, pienso, escucho me lleva a algo que os tengo que contar. Me pasa siempre.
Me preguntáis muchísimo sobre el talento y el propósito, como si solo tuvierais un talento y solo existiera un propósito en cada vida. Reflexionaba yo por la Calle Hudson sobre mis decenas de propósitos. Ellos representan el para qué de todo lo que hago, pienso y digo, ya sea un viaje, una formación, una publicación de Instagram, una charla con un amigo.
Porque el propósito no es más que la manera de vivir que me ayuda a entender quién soy y qué es lo que me importa.
No es una palabra, no es un objetivo. Es inventar una vida repleta de lo que te llena. Tiene más que ver con conocerte, curiosear y estar presente que con buscar o perseguir. El propósito, más que saberse, se siente.
Según Victor Frankl, autor de “El hombre en busca de sentido” (si no lo has leído, abandóname y ve a por él inmediatamente) que el propósito no es un objetivo en sí mismo, sino el efecto secundario de otros objetivos.
Quizás estés preguntándote de qué objetivos habla, porque ahora no te ves capaz de definirlos. Por si te sirve, yo diría que uno de ellos ha de ser crear los espacios para conectar contigo misma, para preguntarte, para tenerte en cuenta. No podemos conectar con nuestros miles de propósitos si tenemos la mirada puesta en la opinión ajena, en el pensamiento ajeno, en el reconocimiento ajeno.
Y directamente relacionado, estaría el objetivo de sentirte parte de algo más grande que tú. Hay quien lo consigue mediante la religión. Yo, por ejemplo, lo hago disfrutando de la belleza, ya sea en medio de la naturaleza, escuchando música, leyendo o ante un cuadro que me conmueva. El arte siempre nos acerca a la trascendencia.
Otro, sentirte útil, ya sea preparando un viaje para tu familia, siendo extraordinaria (que no perfecta) en tu trabajo, apoyando a tus amigos o colaborando en un voluntariado (muchas sabéis que yo soy parte de @mamasenaccion, una organización que acompaña a niños que están solos en los hospitales por razones diversas).
En una vida con propósito está implícita la voluntad de crear, de aportar algo al mundo, lo que sea: un pan riquísimo, canciones, una capacidad increíble de escuchar al de al lado, regalar humor por doquier, transmitir paz, montar fiestas increíbles, criar unos hijos felices que aportarán felicidad a otros.
Voy acabando ya, que me he pasado de los cuatro minutos. Ahora te toca a ti contarte que tu propósito ya existe, que no es solo uno y que no tiene que ver con lo que haces, sino con quién realmente eres.
P.D.: ya puedes apuntarte a la lista de espera de mi nuevo programa REINVÉNTATE. Será en septiembre y vamos a:
Definir tus talentos
Descubrir qué es lo importante para ti para que se convierta en tu brújula
Definir qué te gusta, qué te ilusiona, qué te impulsa
Crear patrones que te lleven a la claridad mental
Hacerte las preguntas correctas para conocerte a fondo y para establecer tu plan de acción
Descubrir y trabajar tu marca personal
Gracias, Sol
En muchas ocasiones, al menos en mi caso, la cosa patina cuando haces todas esas cosas con el piloto automático y te olvidas de lo que persigues, de lo que te hace sentir bien en el proceso.
A veces nos volcamos tanto en los demás, en qué todo esté bien, en dar esa sorpresa, en preparar ese detalle, que nos salimos de la senda y nos volvemos a perder. Si nos desconectamos, corremos el riesgo de hacer todo eso pero sin que nos haga bien, sin tenernos en cuenta. Qué importante y qué difícil mantener el eje. Gracias, Sol.