Uno de mis pocos talentos es olisquear cuándo mis amigos, en la distancia, están pasando un mal momento. Cristina, una compi del cole que vive en Boston, no es una excepción. No me llama desde hace semanas, algo raro está pasando; o esta mañana me ha mandado un mensaje preguntando cuándo puedo hablar, sospechoso.
Cristina acude a mí cuando necesita ordenar los cajones de su prodigiosa cabeza, cuando siente que la marejada se está llevando por delante su capacidad de calmarse, conseguir perspectiva y tomar decisiones. Lo hace ahora y lo hacía hace treinta años, mucho antes de que yo me convirtiera en coach. Me encanta poder ayudar a mis amigos en eso, la verdad. Fijémonos siempre en qué es eso que buscan en nosotros para así detectar nuestras habilidades.
Pero no estábamos hablando ahora de detectar talentos, perdón, que me disperso.
Resumiendo mucho, Cristina, como tantas de nosotras, se encuentra en un momento vital en el que siente que el planeta está en su contra. Está en plena transición laboral y se le enreda tanto la liana que está abandonando como la que está a punto de agarrar; oscila entre los maremotos de sus hijos adolescentes y, por tanto, sordos ante sus peticiones, y las necesidades del más pequeño; del exmarido mejor no hablar.
Que levante la mano la que no haya sentido alguna vez que está batallando contra el universo en su totalidad, que nadie la escucha por mucho ruido que haga, que es invisible. Tú, empujando el peso entero de la vida y la vida arreándote de hostias a todo lo que da.
Cristina es de naturaleza peleona, reivindicativa. No mide el esfuerzo que le cuesta conseguir lo que persigue. Tiene una capacidad intelectual y física como no he visto otra y eso, a veces te lleva a lo más alto y otras te puede jugar muy malas pasadas. Lo digo por experiencia: durante mucho tiempo me dejé la piel y algunos trocillos de carne en el camino hacia mis objetivos y, durante un tiempo, aquello me sirvió, pero ya no. El objetivo supremo es el bienestar, y una no está nada bien llena de rasguños y costras, en el cuerpo y en el alma.
Cristina se revuelve contra las injusticias y eso es magnífico, admirable, hasta que en el revolcón la que pierdes eres tú. Cuando acabó de contarme sus tantos periplos, su enfado, su dolor (que no expresa, pero se le sale por todos los poros) le pregunté “¿Tú qué quieres?” y en medio del tsunami nadie sabe lo que quiere. O quiere que todo se detenga. O que todo cambie. O poder volver atrás en el tiempo y tomar otras decisiones. Pero es que la vida solo va en una dirección y no somos todopoderosas, una real mierda.
Como la conozco y la adoro y no soy su coach, sino su amiga, le dije, no lo que quiere, sino lo que necesita ya, de una vez por todas. Amiga, necesitas calma, necesitas retirarte y dejar de revolcar, de pelear, de arrastrar tú solita el peso del mundo entero. Aceptar que tus hijos, tu ex, los de recursos humanos van a ir a su puta bola por mucho que tú te rebeles, así que mejor suelta la cuerda y que la tense otro, si quiere. Le solté la parrafada contándomela también a mí misma, que falta me hace, porque lo de la rendición se me da regulero, la verdad. Probablemente, esta nueva perspectiva tan pacifista tenga que agradecérsela a una conversación que tuve con mi amigo Pablo hace unas semanas. Le contaba sobre los problemas de la crianza de adolescentes, mi preocupación por su falta de interés, por su pereza eterna. Pablo, en un momento dado y mientras yo le contaba todo lo que intentaba para que los adolescentes resucitaran de su letargo me preguntó ¿Y si dejas que sean unos champiñones?
PATAPAM.
Revelación, porque en ese momento me di cuenta de que la única diferencia entre dejarme la vida y aceptar a mis champiñones era la cantidad de sacrificio e, incluso de sufrimiento, por mi parte.
Acabo estos #TresMinutos, querida lectora, pidiéndote que sopeses, que valores, que midas tanto tu empeño como los resultados que obtienes, y que te adores tanto como para dejar que los champiñones sigan siéndolo, si así lo desean.
Sol , te aplaudo hasta con las pestañas, te lo digo porque tengo ex, champiñones ....y el pack completo.... también he probado lo de que pase lo que tenga que pasar.....oyeee y funciona...la vida sigue sin dejarte la piel en cosas dónde no dependen de ti, y repetirlo mil veces ... tampoco funciona. Y el precio que se paga es inviable y el resultado cero .... Gracias Sol , porque hoy Cristina soy yo 😚💓
Zasca! Esta semana he estado yo en las mismas, me encanta la comparación de los adolescentes con champiñones.... Aquí una profe de inglés. Llevo tiempo intentando cambiar cosas en el aula para que hablen inglés y nada parece engancharles.... y el otro día pensé¿ y si dejas de intentarlo? No hacen caso, y tú (yo mismamente) me siento como el culo de gastar energía en algo que no funciona. Sigo haciendo mi trabajo, y que sigan siendo champiñones.