Durante años, he contado en mis formaciones que hemos de ser como una flecha al centro de nuestra diana particular, como el rayo láser de Supermán. Esto es lo que quiero y me enfoco en ello para conseguirlo. Si disparo a mil sitios, no llegaré a ninguna parte. Al mismo tiempo, hemos de andar pendientes de lo que sucede a los lados, afilar el rabillo del ojo, por si a mi lado aparece una oportunidad, una manera de llegar más rápido a mi meta, un atajo, un catalizador e, incluso, alguna información útil a la hora de cambiar el rumbo, porque rectificar es de sabios.
En los cuatro años que llevo siendo coach (huy, que me suena a poco, con todo lo que ha pasado) he comprobado que uno de los grandes obstáculos a la hora de ser quienes queremos ser, de estar donde queremos estar es la distracción. Somos adictas a la distracción, no solo a la que se refiere a las redes sociales, la tele y otros aparatejos, sino a la que nos regalan los pensamientos en bucle, la atención a lo que los demás opinan, la falta de criterio que provoca que demos bandazos agotándonos a más no poder. En lugar de mirar de frente y afilar el rabillo, vamos girando la cabeza como si fuéramos Bitelchús.
He pensado un buen rato en esto, porque no es fácil diferenciar cuándo lo que aparece en el arcén de mi carretera particular es una oportunidad y cuándo es una distracción como la copa de un pino. Cómo saber si una oferta de trabajo es algo a lo que debo prestar atención o cuándo ni contemplarla. Cómo filtrar la información que he de absorber si mi tiempo es finito.
Mirar a los lados puede impulsarme o marearme ¿Cómo diferenciar lo uno de lo otro? No siempre es fácil, a veces la línea es tan fina que casi no se ve. Yo aspiraba a este puesto y me ofrecen este otro con un sueldo mayor. Yo me quería mudar allí y aparecen facilidades para mudarme allá. Yo estaba desarrollando mi proyecto y un crack de mi sector me propone este otro.
Ay, qué lío, qué mierda, que no sé qué hacer, si me estoy apartando de mi camino, si estoy tomando otro mejor, si la estoy liando pardísima.
No hay fórmulas en esto de vivir, básicamente porque cada persona es un mundo y además muta según las circunstancias y el momento vital. No hay fórmulas, pero sí hay patrones. Y uno que nos puede ayudar es definir cuál es el objetivo final y cuál el bolardo intermedio. Cuáles son mis valores y cómo quiero vivir hoy. Una pista, el objetivo final es SIEMPRE, estar bien, divertirnos. Mi objetivo final no es ser coach y dar formaciones, sino llegar a millones de mujeres (así es una de ambiciosa) y ayudarles a que les pase lo que quieren que los pase. Tu objetivo final, quizás no es ser jefaza en una multinacional, sino ganar la pasta necesaria para vivir como quieres vivir. O no es mudarte al campo, sino disfrutar de la calma y el silencio.
Todo lo que nos acerque a lo que hay más allá del horizonte, es oportunidad. Lo que me lleve al bolardo sin más, quizás es distracción.
El test definitivo: si siento que me deslizo por las vías que he elegido me estoy agarrando a la oportunidad. Si chirrío, tropiezo y descarrilo, es distracción. El cuerpo nos revela asuntos que se le resisten a nuestro cerebro, escuchémosle, entrenemos nuestra capacidad de darnos cuenta, para así hacernos cargo y desarrollar todo el poder que tenemos, que es mucho, que es infinito. Si le prestamos atención, claro.
Oportunidad o distracción
Qué cierto y qué difícil Sol. Lo más revelador para mí es quizás contemplar la opción de que puedes optar a eso que sueñas, que puedes elegir, que tienes poder para ello. Aunque racionalmente lo sepamos, muchas veces nos dejamos llevar por la corriente. Y pensar que hay alternativa es ya de por sí un gran descubrimiento. Gracias! Nos vemos en un ratito
Muchas gracias Sol!! Me encanta! y justo andaba yo con las mismas dudas. Lo releeré a menudo.