Te contaba, ya no sé si en otros #TresMinutos o en stories o en un episodio de podcast que en este nuevo capítulo de mi vida, en el que vivo sola después de doce años, voy a redefinir dónde poner mi energía. Energía mental y física. Esa energía es intención y es atención. No olvidemos que allá donde ponemos el foco vamos nosotras. Y yo he decidido concentrarme, más todavía, en ser quién quiero ser y en que me pase lo que quiero que me pase.
Quiero ser una tía fuerte, ágil. Repito: mental y físicamente. Hoy y dentro de diez años. Y de veinte. Tengo claro que, con tal de conseguirlo he de hacer lo mismo que hace la gente que lo ha conseguido.
Ya, perogrullada otra vez. A estas alturas, querida lectora, deberías estar acostumbrada.
Y los que han conseguido lo que yo quiero conseguir, aparte de lo que ya me has escuchado mil veces sobre el planteamiento de objetivos, la gestión de miedos y creencias limitantes y un largo etcétera, lo que han hecho ha sido invertir en ellos mismos.
Esa inversión tiene formas diferentes y hay una que nos incomoda especialmente (a mí también, ojo), la económica. Como cada una sabe cuáles son sus recursos, solamente te voy a pedir que seas honesta y realista. Que te preguntes y te respondas sobre lo que sientes cuando se te pasa por la cabeza gastarte pasta en ti (en terapia, en masajes, en cursos, en el gimnasio, en unas flores, en unos zapatos, en un finde con las amigas) y qué pasa si esas mismas cantidades las empleas en los cuatro mil regalos de los cuatro mil cumpleaños a los que van tus hijos cada curso. O en las extraescolares. O en un detalle para tu amiga.
Ahí lo dejo.
Y sigo. Otro tipo de inversión que es aún más importante, porque no es recuperable, es la que hacemos en forma de tiempo. Yo puedo volver a ganar lo que me cuesta un curso, pero no recuperaré jamás el tiempo que he empleado en seguirlo, así que tiene que valer la pena sí o sí. Y volvemos a mis preguntas tocapelotas: cuántas veces nos decimos, superconvencidas, jurando sobre la Biblia, que no tenemos tiempo de hacer deporte, de estudiar, de quedar con las amigas. Y cuántas veces empleamos nuestro tiempo en hacerle la cena a nuestro hijo de dieciséis años, que tiene dos manitas como las nuestras; o en trasladar al tendedero la cesta de la ropa donde solo hay tres bragas tuyas y veinte prendas de otro humano que vive en tu casa y que también tiene todas las extremidades desarrolladas. Y podría seguir con el listado hasta la eternidad, pero creo que la idea ha quedado clara.
Como quiero que esta vez nuestros #TresMinutos tengan la longitud prometida, iré al grano: invierte en ti, tía. Porque no hay resultados ni cambio sin inversión. Porque a veces hay que empezar la casa por el tejado y, aunque no te creas merecedora, tienes que regalarte algo que sea solo para ti. Solo para ti. Solo para ti. No me he equivocado, lo he escrito tres veces, a ver si funciona, como los hechizos.
P.D 1: el último episodio de mi podcast trata sobre cómo gestionar las malditas idealizaciones con tal de no pegarnos el gran hostión cuando conseguimos eso que pensábamos que queríamos y también para no compararnos, que es feo. Lo puedes escuchar aquí.
P.D. 2: resulta que me han elegido como candidata a las Top100 mujeres líderes en la categoría de profesional independiente. Esta es una de esas cosas que una no asimila porque no lo había imaginado jamás. En fin, que me hace mucha ilu y que, si te apetece y crees que algo lidero, puedes votarme aquí. Desde el móvil da problemas para registrarse, desde el ordenador, en principio, lo harás en un momento. Mil gracias.
Wow Sol! Cada vez me gusta más leerte. Me encanta que alguien ahí fuera reafirme mis convicciones (la validación externa es un poco droga). Cuando mis hijos empezaron a ir a fiestas de cumples y a celebrar los suyos yo mandaba invitaciones de - venid a la fiesta pero no traigáis regalos. Y por supuesto, mis hijos se presentan en casas ajenas con un dibujo hecho por ellos mismos y una sonrisa a celebrar cumples ajenos. Mi motivación es que me horroriza el sistema consumista en el que vivimos (el libro Zero Waste de Bea Jonhson me dio la idea) y me horroriza que cada cumpleaños los niños reciban una serie de regalos equivalente a un listado de bodas. Nos hemos vuelto locos? Al grano... que las pelas que me ahorro las gasto en clases de natación para mis hijos y en la suscripción al gimnasio par mi marido y para mi. Cuesta explicar a los hijos que se van a plantar en casas ajenas siendo “los raros”, pero chica, la vida hay que elegirla bien y los niños aprenden a priorizar ya desde pequeños. Un abrazo. Me encanta leerte, a mi hermana también.
Justo ayer desayunamos con mis compañeras de trabajo y alguna se queja de que lo hace todo en casa por sus hijos de 20 y tantos años varones y que no da a bato. Hable de lo que tú dices y de que solo ella es la responsable de que le pase lo que quiera que le pase. Hable de la importancia del amor propio y de la culpa. Y las 5 estaban de acuerdo en que lo habíamos hecho mal con nosotras mismas. Que levante la mano quien no! Un beso mi Solecito. Ya estás votada.