En los cinco días que llevo de 2024 he aprendido unas cuantas cosas, aparte de la que te voy a contar aquí. Ha habido aprendizajes y ha habido confirmaciones, que es algo que me encanta porque disfruto muchísimo cuando la ciencia, o la vida, me dan la razón.
De hecho, el nuevo año ya me ha regalado inspiración para, al menos, #VeinticincoMinutos. Probablemente, esta semana haya andado con las antenas más afiladas que en otras épocas. Las antenas que van hacia afuera y también las que van hacia adentro.
¿Y por qué este aumento de la percepción?
Creo (de momento, creo, hasta que algún especialista me lo confirme, que lo hará) que tiene que ver con el estrés bueno. Ese que es puntual y que te mantiene alerta, que consigue que termines un texto en quince minutos cuando normalmente tardas una hora, que consigue que te ancles al aquí y al ahora con la intención de que percibas cualquier peligro y consigas sobrevivir, pero que como ya no vivimos en las cavernas y no hay bichos antropófagos por las calles lo que me regala es revelaciones a manos llenas. Veo lo que los demás no ven y oigo lo que los demás no oyen. Ojalá saber anclarme a este sentido arácnido para siempre, pero sin lanzamiento y Navidad de por medio, por favor, que una es humana y tiene sus límites.
El aprendizaje llega de las manos de mi hijo pequeño. Pequeño por decir algo, porque vaya bigardo está hecho. Dima es un personaje apasionante. Él va calladito por la vida y, de repente, suelta una afirmación que te da para que reflexiones durante dos horas.
El caso es que estábamos hablando de su vuelta a Estados Unidos después de las fiestas y, cuándo le pregunté si tenía ganas de ir para allá, me contestó muy resuelto que sí, que quería ver cómo era vivir con la nueva familia, (hasta ahora mis dos hijos han estado juntos y el peque se mudó ayer, nada más llegar), en la nueva casa, con un bebé (el bebé se lo va a pasar teta con mi rubio, lo veo). También ayuda mucho el hecho de que esté feliz en un cole donde se pasan el día debatiendo, resolviendo, y no memorizando y repitiendo como loros (si no suelto algo sobre el sistema educativo me explota un ojo).
Le miré admirada. Cero miedo a la novedad, al cambio, a la incertidumbre. Todo curiosidad, todo saberse capaz de adaptarse y de resolver. Con diecisiete añitos.
Le expliqué lo importante que era lo que me estaba contando, cómo el miedo a lo desconocido nos decapita muchas veces y cuán orgullosa estaba de él. De su valentía, porque sé que en alguna parte de ese cuerpo fibroso se esconde un pellizquito de temor, pero las ganas de vivir se zampan al pellizco sin miramientos.
La enseñanza es aquí, por un lado, nuestra responsabilidad como madres y padres. La importancia de mostrarles que decidimos, que evolucionamos y que nos sabemos capaces de manejar las tormentas que lleguen. Todos aprendemos, no a través de palabra, sino a través de experiencias, también de las ajenas. Me preguntaba el otro día una de vosotras, hablando de PERTENÉCETE. ¿Si yo aprendo a pertenecerme, mis hijos se pertenecerán también? No tengo yo delante la bola mágica ahora mismo, pero juraría que la estadística me daría la razón: rotundamente sí. El miedo, la inseguridad, la duda se contagian, como todo en la vida. La hermosura, por cierto, también se contagia, que no os cuenten historias.
Por otro, nos damos cuenta de que el lanzarnos no depende en absoluto de la amabilidad de las circunstancias, sino de nuestras herramientas. No de si conocemos un lugar, a unas personas, el idioma. No de si lo tenemos absolutamente controlado (cosa que es imposible), sino de si nos tenemos gestionadas a nosotras mismas. Si poseemos la seguridad de que sabremos encontrar las soluciones cuando aparezcan los problemas. De si sabremos mirar de cerca al problema para convertirlo rápidamente en un reto y ponernos manos a la obra.
Mi chaval lleva dos días en su casa nueva y solo contesta un escueto “Todo muy bien” cuando le pregunto cómo le va. Otro aprendizaje sería el famoso “No news, Good news”. Otro, el tolerar la incomodidad de no saber dónde y cómo están a cada momento; dejarles que vuelen para que sus alas crezcan grandes y fuertes.
En esas estamos.
P.D. 1 Mañana, día 7, acaba el plazo para inscribirse en PERTENÉCETE. No tengo palabras para agradecer vuestro entusiasmo. Aquí te dejo toda la info, por si eres nueva. Bienvenida, por cierto.
P. D. 2 En el último episodio de podcast te hablo de algo absolutamente imprescincible para que nos pase lo que queremos que nos pase: el foco. Y te enumero 10 asuntos sobre los que deberíamos enfocarnos para que la vida nos trate como las Diosas del Olimpo Vikingo que somos. Escúchalo aquí.
P. D. 3 Si decides compartir este texto por Instagram (gracias, porque lo hacéis un montón) y quieres añadir el enlace, les haces un favor a tus amiguis y a mí. Gracias otra vez.
Hola Sol! Yo me dedico a gestionar este tipo de programas de idiomas que tu hijo está haciendo y el éxito siempre siempre depende de la actitud con la que los participantes van y se enfrentan a lo desconocido: será maravilloso o bueno si van con ilusión y valentía de vivir algo nuevo. Será regular o malo si van con miedos (suyos o de los padres) y no saben ver más allá de sus circunstancias. Dicho esto, ójala a mis 45 pudieran afrontar ciertas cosas del presente sin los miedos limitantes. (Soy nueva por aquí y estoy encantada de la ayuda que ya le estás dando!!)
A mí me encanta la Historia Interminable y lo que nos enseña. Al final de su cruzada para salvar Fantasia, Atreyu tiene que cruzar la Puerta del Espejo Mágico y enfrentarse a su verdadero yo. Se mira en el espejo y "sólo" ve a Bastian. El héroe se ve a sí mismo como el niño asustado, pero el niño también se ve a sí mismo como el héroe. Tememos salir a buscar lo que queremos porque pensamos que carecemos de habilidades o conocimientos especiales para conseguirlo. ¿Y si esos conocimientos que creemos necesitar fuesen innecesarios? Tal vez lo único que tenemos que hacer es presentarnos al examen.
Esto es parte del "epílogo" de una de mis historias. Y lo que cuentas de tu hijo me ha recordado que el superar el miedo es parte de la aventura. Yo era muy miedica hasta que, a base de hacer justo lo que más miedo me daba, ya no lo soy. Me encanta eso que dices que si somos valientes, si nos pertenecemos, nuestros hijos también lo serán. Uno aprende estas cosas por libre de mayor, pero de pequeño las aprende en casa.
Un placer leerte, como siempre.