Perdona, querida, porque tenías que haber recibido este correo hace un buen rato. Pero hacemos lo que podemos con lo que tenemos y esta semana he tenido 1) Mucho trabajo 2) Un amigo que llegaba de México y 3) Un cumpleaños que celebrar.
Siendo realista, ayer podía haber programado un texto no muy largo, sobre la importancia de estar viva y esas cosas; algo ligero y no muy complejo. Pero lo que yo pretendo en la vida no es rellenar un espacio en blanco, sino encontrar lo que a mí me pellizca el alma y contártelo, a ver si con suerte te provoca lo mismo.
Necesitaba, antes de comenzar a teclear, detectar dónde reside la clave de todo lo que movió mis entresijos ayer, 24 de febrero, mientras cumplía medio siglo. Me gusta lo de “medio siglo” suena grande, suena a haber estado en muchos sitios, haciendo muchas cosas. Y suena a que, con mucha suerte, me queda la otra mitad.
Patapám.
Hacer inventario vital al cumplir los cincuenta es tan inevitable como recomendable. Observar con atención lo que ha pasado para decidir, tanto lo que vas repetir, como lo que evitarás a toda costa.
Y yo hace tiempo decidí que lo que quiero repetir todo el rato es la diversión, el humor. Quiero que el buenrollismo sea mi filtro al mirar la vida, mi camino, mi columna vertebral y el destino de todo lo que siento, pienso, digo y hago. La risa es causa y consecuencia muchas cosas buenas. Es salud, de la del coco y de la del cuerpo. Yo quiero revolcarme en la risa y que otros se revuelquen conmigo.
Para mis cincuenta no quería fiesta, no cena, no regalos. Yo solo quería montarme un día muy bonito, muy divertido y con muchas risas. Así que convoqué en un sitio bonito a gente bonita y divertida. Nos juntamos, como no, en Balbisiana, bien temprano, para celebrar, no mi cumple, sino la amistad y la vida. Cada uno de ellos pertenece a una etapa de los veinte años que llevo viviendo en Madrid, así que algunos no se conocían, pero nadie lo hubiera dicho a juzgar por sus carcajadas y sus charlas.
En un momento dado, me permití no hablar con nadie, no zamparme mi gloriosa tostada, no escuchar ninguna conversación. Solo respirar, observar y, como consecuencia inevitable, agradecerle a la vida el regalo descomunal que son mis amigos, que no se cuentan con los dedos de una mano, ni con los de dos. No sabría decir si con los de los pies me llegan, tendré que verlo.
Paulo, que me lee la mente como nadie, se unió a mi momento contemplativo mientras me susurraba, sonriente y cómplice, “Este grupo podría salvar a la Tierra de cualquier desastre y luego irse directo a un karaoke”. Tal cual. Solo él define y resume la realidad así de bien. La de toneladas de inteligencia, talento, sensibilidad, bondad, amor y descojone que recogía esa mesa de la calle Velázquez, qué bestialidad.
A las once de la mañana ya tenía dolor de barriga de tanto reír. Objetivo cumplido.
El día prosiguió entre un cocido delicioso y paseos por este Madrid que adoro. Terminó en el Teatro Nuevo Apolo, en el que vimos “One Man Show” de Carlos Latre. Dos horas de carcajada ininterrumpida. De nuevo, chorreo de inteligencia, talento, sensibilidad, bondad y descojone. Qué bestialidad lo que hace este hombre sobre el escenario, lo que provocó entre los que llenábamos el teatro. En mi caso, reiteré, entre lagrimón y aplauso, mi objetivo supremo de troncharme cuanto más, mejor.
Ojalá la alegría hubiera sido siempre mi única meta, qué gran vacuna habría sido ante parejas, trabajos, actividades o pensamientos que me la robaban. Pero nunca es tarde y, durante la mitad que me queda, me comprometo, haciendo honor a Benedetti, a apropiarme de mi alegría, a celebrarla, a defenderla. Frente a todo. SIEMPRE.
Sooool! Oleeeee ahí! Aire aire, pasa pasa, que tenga la puerta abierta la ALEGRÍA pa' la casa!! Vámonos por bulerías!!
Hermosa forma de celebrar tú cumpleaños! Serás inspiración de varias seguro, al menos de mí ya tomo tu idea. Sobre todo cuando competimos el objetivo de divertirnos más ... abrazo desde Chile