Querida mía, igual flipas, igual dejas de seguirme, igual me bloqueas en todo lo bloqueable, pero es que te prometí hace algunos textos que iba a ser valiente, que lo que os contara aquí tendría que ver con lo que me pasa y creo os puede ser útil, no con callar por miedo al juicio.
Pues allá voy, con un par.
Desde hace mes y pico, hago la misma meditación/visualización cada mañana. Es una en la que, la narradora, después de hacerme bajar (mentalmente) una escalera de caracol de lo más mullida, me indica que abra una puerta que me lleva a un paisaje, en ese paisaje hay una casa y en esa casa vive mi Yo del futuro. El paisaje que se me ocurra, una casa que me venga a la mente. La Yo que me imagine.
No me preguntes por qué, pero mi paisaje es un camino de tierra en medio de unas plantas muy bajas de la familia de las suculentas (he tenido que buscar el nombre. No son cactus, pero guardan mucha agua). Las plantas tienen unas florecitas color fucsia. Mi camino me lleva a una casa blanca de una sola planta que está frente al mar.
Y dirás “Ah, “¿Quieres vivir frente al mar?” Pues la verdad es que no. Vamos, que he vivido frente al mar la mayor parte de mi vida y no es algo que sea prioritario para mí, pero oye, la visualización va a su bola y ahí estoy, a pie de playa.
En la visualización, me abre la puerta mi Yo del futuro, la imagino vestida de marrón clarito, con unos pantalones anchos de pinzas y una camiseta como de punto y unas sandalias totalmente ideales (como las encuentre, me las compro). Lleva mi peinado veraniego, coleta repegada con raya en medio, pero mucho más perfecta que la mía, no se le sale un pelo del sitio. Curiosamente, mi Yo del futuro está más tersa que mi Yo del presente, un poco como Demi Moore, que tiene menos colgajos a los sesenta que a los treinta. Cada una visualiza lo que le da la gana, no me juzguéis.
Mi Yo del futuro me abraza y me invita a que entre.
La casa es divina a más no poder, claro. No voy a imaginarme yo en un cuchitril. Qué cocina con isla tan ideal, qué sofás. Hasta biblioteca tiene.
Vamos hasta el rincón favorito de mi Yo del futuro, que son dos sillones comodísimos en su/mi/nuestra terraza frente al mar y ella trae una bebida de la cocina. Y, claro, con ese panorama tan idílico dirás, pues te trae un cocktail, un vino.
Pues no, mi Yo del futuro sabe que somos abstemias y nada glamurosas en lo que a bebidas se refiere, así que trae…. Atención, que esta no la has visto venir, y yo tampoco: DOS LECHES MERENGADAS.
Ella, toda elegante, delgada (que se me había olvidado decírtelo), con unos anillos divinos y allí estamos, sorbiendo con una pajita.
Cada una…
En ese momento, le puedo preguntar a la Sol de no sé qué año del futuro cómo ha conseguido esa calma, esa elegancia, esa casa, ese todo maravilloso. Y suele contestarme que confiando, haciéndole caso a su intuición, nada de perseguir, nada de prisas, solo crecer, aprender, conectar.
Y yendo a lo profundo. Parando. Respirando.
Haciéndose las preguntas correctas, esas que miran hacia adelante, que crean una vida en la que te quieres quedar. Anclándose a lo verdaderamente importante.
Mostrándose tal como es, sin compararse, mirando lo de fuera solo como fuente de inspiración, pero evitando que lo ajeno la aparte de sus carriles. Recordando qué esquemas siempre le han servido y qué patrones siempre la han perjudicado.
Esto es bastante más esperable que lo de la leche merengada, la verdad.
Y luego le pregunto un par de cosas más y me regala más sabiduría de la buena sobre dejar ir lo que pesa, lo que ya no es tuyo.
Antes de despedirnos, va a buscar un regalo para mí. Y dirás: ¿una pulsera con mensaje?, ¿un libro?
No.
Una piedra.
¿Un cuarzo quieres decir?
No, un pedrusco entre marrón y granate, que parece el sombrero de una seta.
Todas las veces que medito, mi Yo me regala esa misma piedra.
Pues vale.
Y ahora llega el momento en el que me bloqueas, si no lo has hecho ya…
Hace como tres semanas, llegaba pronto a una cita y maté el tiempo metiéndome en un Tiger, o un Ale-hop, o una tienda de esas donde tienen mil mierdas de lo más diversas. Cuál es mi sorpresa cuando veo que hay una estantería con piedras y, cuál es mi flipe total cuando me encuentro con una versión mini y exacta de la piedra que lleva un mes regalándome mi Yo del 2030 (por fijar una fecha). Igualita, pero en chiquitín y con la palabra POWER escrita en dorado. Una horterada bastante considerable que me tuve que comprar, claro.
Porque quién no se gasta un euro en un mensaje subliminal de su Yo del campo cuántico futuro.
Te preguntarás cómo acaba la historia. Y yo qué sé, si aquí sigo, si aún no es el futuro.
¿Me han pasado cosas buenas desde que tengo mi piedra? Pues sí, pero es que a mí me pasan muchas cosas chulas todo el rato, no sé si es porque estoy atenta a ellas o qué.
Lo mejor que me ha pasado, pedruscos y leches merengadas aparte, es que me estoy acostumbrando a esa Yo del futuro calmada y cada vez me meto menos prisas. Me acuerdo de su sabiduría y hago lo posible por hacerme las preguntas que me impulsan. Me recuerdo que ella es Yo y que mi misión es encoger la distancia entre ambas.
Hoy te invito, si sigues aún leyendo después de tanta frikada, a que hagas el ejercicio de imaginar una Tú futura que te flipe. Que la imagines tan vívidamente que casi la puedas tocar. Que le preguntes de qué va esto; qué sentir, pensar y hacer para que te pase lo que quieres que te pase. Que le hagas caso.
Y si te regala una leche merengada y una piedra, me lo cuentas y flipamos juntas.
P.D.: si, Dios no lo quiera, andas bloqueada y ahora mismo piensas “Tía, no tengo ni flores de cómo es mi Yo del futuro”, te dejo AQUÍ tres ejercicios que a mí me van divinamente cuando ando bloqueada. Cuando necesito saber, al menos, cuál es el siguiente paso en la dirección correcta. Espero que te sirva.
P.D2.: si te da por compartir esta majaronería de artículo en tu Instagram, pon el enlace, porfa, le haces un favor a quien lo lea y a mí también. Gracias por adelantado.
P.D3.: si todavía estás aquí y tienes ganas de que te cuente más majaronerías, pero esta vez cara a cara, te recuerdo que el 27 de septiembre voy a hacer la única formación presencial desde el 2024 y, probablemente, hasta el 2027. Se llama “Del DEBERÍA al QUIERO”, porque os voy a hablar de la importancia de nuestra divina voluntad, os voy a dar herramientas para definir lo que realmente queremos en la vida, para defenderlo a capa y espada y para llevarlo de la idea a la realidad.
Y no solo eso, puedes convertir la formación en una experiencia completa de fin de semana con spa, paseo por las montañas y mucha más maravilla.
¿Dónde es esto que te cuento? En Andorra, en medio de las montañas gloriosas que te enseño en este video. Esa naturaleza gigante nos invita a la conexión, con nosotras mismas y con otro montón de tías con las mismas ganas y. la misma ilusión.
Te dejo aquí toda la información. Ay, la ilusión loca que me hace esto, amigui. Ganas de que nos tengamos frente a frente en carne y hueso.
Ya paro, buen finde, un besazo
Sol
❤️
Me ha encantado esta meditación!!! Y el mail por supuesto. 🙏