Estoy como una cabra

Pero para bien, no te preocupes.

Volverse loca, en algunos contextos, bajo algunos prismas, tiene que ver con desear que te pasen cosas buenas, brillantes, divertidas. No estamos acostumbradas a volvernos locas y, os digo una cosa, esas personas a las que observamos con admiración porque han conseguido cosas chulas están locas perdidas, como las maracas de Machín.

Hablo de Beyoncé, de Miley Cyrus o de Jennifer López. Hablo de Sara García Alonso, la primera mujer española candidata a astronauta. Hablo de Laura Riñón, de Amapolas en Octubre, o hablo de Paula Babiano, creadora de Balbisiana. O de cualquier humano que se haya detenido un momento para cuestionar y cuestionarse, para reflexionar y decidir que: si hay otra manera de vivir, yo la voy a encontrar.

Que voy a dejarme la piel para abrazar mis sueños.

Y ahora que lo leo sobre la pantalla, juraría que la locura sería caminar en la dirección contraria a esa determinación.

Porque la RAE cuenta que la locura es: disparate, desacierto, insensatez, desatino, delirio, imprudencia.

Y no se me ocurre insensatez ni disparate más grande que no desear, que no ilusionarme, que no comenzar hoy mismo un listado de cosas que quiero hacer, de lugares que quiero visitar, de objetivos que quiero lograr mientras transito por el planeta, que no sé cuánto rato será, así que mejor empiezo cuanto antes.

Tengo ya en mente varias locuras maravillosas: pasar diez días en una casa en la Toscana, irme dos meses a Australia y Nueva Zelanda, dormir en una habitación con vistas a la Torre Eiffel.

Impactar en miles y miles de mujeres de todo el mundo, acompañarlas para que encuentren su lugar en el mundo y se dejen de hostias, que es que no podemos ser más listas y más guapas.

Quiero conocer a Tom Cruise y a Oprah, y que me cuenten sus rollos. Sí, sí, no hablo de un autógrafo, hablo de una merienda con charla interminable. Yo, si me vuelvo loca, lo llevo hasta el final.

Quiero conocer a Sara García también. Pensaréis que esto es más sencillo. Si supierais la de cosas raras que me pasan, tendríais claro que antes compartiré croissant con Tom que con Sara.

A Laura y a Paula ya las conozco, menos mal.

Quiero descubrir a mucha más gente a la que quiera conocer, porque me inspiren, porque me cuenten cosas que no se me habían ocurrido y esas cosas me den más ganas de vivir y de volverme más loca todavía.

Y quiero que este texto de sábado mío te impulse para que cojas tu libreta bonita, que la tienes, lo sé (si no la tienes, vete ahora a por ella, porque las libretas y los bolis dan felicidad, está comprobado) y empieces a apuntar las mayores locuras que se te ocurran. Ya, estás pensando que te entrará la frustración, porque crees que no las vas a cumplir. Repito: déjate de hostias. Tom y Oprah son lo de menos. Lo de más es lo bien que me lo paso deseando, imaginando, riéndome de mis rollos. Concentrándome en lo que sí me gustaría en lugar de en todo aquello que me asusta y me entristece, que también lo hay y no me sirve para nada bueno. PARA NADA.

Hicimos este ejercicio improvisadamente con mis alumnas de PERTENÉCETE. No sé cómo surgió la idea y todas empezaron a escribir en el chat de Zoom sus sueños más locos: dejarlo todo e irme a Bali, vivir en Roma, conocer a Beckham o trabajar en un hogar para niños en Bolivia.

No sé si alcanzaremos alguna de nuestras locuras, cosas más raras pasan cada día, pero lo seguro es que, durante esos minutos nuestro cerebro, o sea, nosotras, le abrimos las ventanas a la vida y le contamos que aquí estamos para recibir sus regalos y, probablemente, también, al considerar esas majaronerías, lo de apuntarnos a clase de baile, montarnos un Diosayuno brutal cada día o largarnos un finde a una casa rural se nos antoja como algo de lo más alcanzable, porque lo es. Solo que andamos muy ocupadas dándole a la rueda de hámster y no nos damos cuenta.

Ya me he pasado de los tres minutos, en fin. Porfa, escríbeme en comentarios tus sueños, tus locuras y cuándo empiezas las clases de claqué.

Un abrazo.

Sol

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