Ay, la rabia que me da cuando me preguntáis si estáis a tiempo de reinventaros o de hacer lo que sea, teméis no poder hacerlo porque tenéis tal o cual edad. Me enfado, porque esa pregunta hace referencia a una limitación, y las limitaciones me ponen de mala hostia y me crean mucha impotencia. Más cuando esa limitación está en nuestro coco (que es donde están normalmente). Alguien se inventó que cuánto más tiempo hace que nacimos, tenemos menos oportunidades y nos la inoculó a base de bien.
Vamos a ver cómo solucionamos esto.
Lo primero es hurgar en el origen, claro. O sea, en el edadismo, en la discriminación por razón de edad. Eso existe, no nos lo hemos inventado. Es una creencia profundamente arraigada en nuestra sociedad y nos afecta, porque influye en cómo nos vemos a nosotras mismas y en las oportunidades que creemos que tenemos. La buena noticia es que, al ser una creencia, y no un hecho empírico, podemos eliminarla sustituyéndola por otra potenciadora.
Como en muchos otros asuntos, lamentablemente, esta creencia se ceba más con nosotras que con ellos, ¿por qué? Pues por lo de siempre, temas socioculturales, históricos y estructurales que perpetúan la desigualdad. Sigamos buceando:
Por un lado, tenemos los estándares de belleza y juventud. No cuento nada nuevo. Solo hay que ver los titulares de las revistas hablando de cómo esconder, de cómo disimular, de cómo ocultar. Como si cumplir años fuera una putada, en lugar de un gran privilegio.
Luego tenemos los roles de género tradicionales. Nosotras somos las cuidadoras, ellos son los que ganan la pasta. Normal que pensemos que estamos limitadas.
Le sumamos a todo esto la discriminación laboral, la carga inmensa de las responsabilidades familiares, la falta de apoyo y, algo muy importante: la falta de referentes. Ellos se exponen más, se atreven más. Nosotras escondemos nuestros talentos, tememos brillar, porque nos han contado que si destacamos nos arrearán. Te recuerdo que no hace daño el que quiere, sino el que puede. La solución nunca es ocultar nuestras habilidades, sino generar un eje indestructible.
Y es que nunca parecemos tener la edad correcta para nada. Cuando somos jóvenes, se nos dice que no entendemos muchas cosas, que mejor no tomar algunas decisiones, que es demasiado pronto para emprender ciertos proyectos. A medida que el calendario avanza, el cuento cambia y nos encontramos con que CREEMOS que somos demasiado mayores para cambiar de carrera, para empezar un nuevo hobby, para inventar ilusiones.
Todo mentira.
Hay gente joven con ideas extraordinarias y una claridad mental apabullante. En cuanto a las que superamos la treintena, que alguien me explique cómo la experiencia vital puede ser un factor limitante.
Las consecuencias de las mentiras que nos contamos son unas cuantas:
· Nos estancamos profesional y personalmente, porque no somos compartimentos estancos. Nos sentimos atrapadas, desmotivadas, hechas un asco.
· Consecuencia directa de lo anterior, nuestra autoestima se encoge, no confiamos en nosotras mismas. Con lo cual nos atrevemos menos, conseguimos menos y el círculo vicioso vuelve a empezar.
· Así que nos prohibimos a nosotras mismas experiencias de todo tipo que nos harían la mar de felices.
· En el peor de los casos, esta bola de cosas feas acaba en depresión o ansiedad.
¿Y qué hacemos con esto?
Lo primero, como siempre, cambiar la historia que nos contamos sobre nosotras, sobre nuestra valía y sobre el mundo. Enfoquémonos en todo lo que hemos aprendido en la vida, en todo lo que nos impulsa y reflexionemos en cómo podemos aplicarlo en cualquier contexto.
Busca ejemplos que te inspiren, estamos en la era de la información. Rodeémonos de historias que desafían al edadismo. A tu alrededor los hay seguro, te dejo aquí unos cuantos y, por favor, obsérvalos con el impermeable quitado, es decir, no pensando que esas personas son especiales, que tienen contextos muy diferentes al tuyo y todo eso que nos contamos para autoboicotearnos a base de bien. Fuera impermeables y paraguas, empapémonos de lo que nos enseñan sus experiencias. Empecemos a cuestionar todo eso que nos separa de la siguiente etapa. Aquí van mis ejemplas:
Laura Riñón, el alma de la librería “Amapolas en octubre” (@amapolaslibreria). A los 44 años, dejó su profesión de azafata y abrió la librería más bonita de la galaxia. Como es auténtica a más no poder, decidió que no vendía ningún libro que no se hubiera leído y cuando abrió la gente se sorprendía por las estanterías vacías, cinco años después, en esas estanterías no caben más libros y en ese local no cabe más gente. Los autores más renombrados de todo el mundo quieren firmar allí. Vienen lectores de todo el mundo y la incluyen en su ruta de imprescindibles madrileños. Podría seguir hablando de Laura durante tres episodios más, pero mejor os pasáis por Amapolas y lo disfrutáis en directo
Patricia Cruz creó The Organic Path con 51 años. @theorganicpath_ es una agencia de comunicación, branding y marketing para marcas de lujo que personaliza su estrategia para cada marca con tal de transmitir su historia con credibilidad y coherencia.
Isabel Abdó @isabelabdoshoes también creó su marca de zapatos pasados los 40 porque quería crear unos que fueran tan bonitos como confortables.
Aurora García trabajó durante 15 años en el departamento de Marketing En Chanel en Madrid y París. Gracias a la experiencia en su sector y a su enorme pasión, a los 45 años creó su propia marca de fragancias MANIFEST @manifestperfumes, un nuevo concepto de perfumes holístico, donde creas tu fragancia a tu gusto
Y si nos vamos a lo internacional, tenemos ejemplos a cascoporro:
o Laura Ingalls Wilder, autora de la famosa serie de libros "La Casa de la Pradera", publicó su primer libro a los 65 años.
o Vera Wang, una de las diseñadoras de moda más reconocidas del mundo, comenzó su carrera en la moda a los 40 años.
o J.K. Rowling, la autora de Harry Potter, comenzó a escribir su primera novela, "Harry Potter y la piedra filosofal", a sus 30, pero hasta los 42 no tuvo éxito.
o Mary Kay Ash, fundadora de Mary Kay Cosmetics, comenzó su empresa a los 45 años.
Y paro, porque esto, más que ser tres minutos van a ser tres horas.
El tema de la edad es solo uno de los numerosos obstáculos que nos impiden dar el siguiente paso cuando sentimos que estamos ancladas a un lugar que ya no nos pertenece. Hablaremos en estos meses de unos cuantos más.
Y el objetivo, amiga, todo el rato, es disminuir la distancia entre la vida que tenemos y la vida que queremos, hayamos nacido en los 60 o en los 2000. No es empezar desde cero, es cambiar de etapa sabiendo mucho.
Espero que este texto te ayude a tomar perspectiva y a ponerte en marcha si es lo que te apetece. Por favor, deja en comentarios lo que te resuene, así compartimos y nos inspiramos.
De este y de otros muchos temas relacionados con los cambios y los avances vitales a todos los niveles hablaremos en mi programa REINVÉNTATE, que lanzaré en septiembre y en el que compartiré con vosotras las herramientas que me han llevado a sentir que vivo la vida que deseo.
Recorreremos un trayecto que va, desde el análisis de todo lo que nos frena a la hora de reinventarnos hasta la parte logística. Desde la definición de nuestros talentos hasta cómo darles forma.
Formarás parte de una comunidad de mujeres con tus mismos intereses e inquietudes. Estaremos en contacto mediante un grupo de Telegram en el que compartiréis dificultades, recursos y vivencias. Seréis vuestro propio entorno trampolín.
Tendremos una sesión de seguimiento de resultados a los tres meses de la finalización de la formación y otra a los seis meses.
Si quieres saber más y apuntarte en la lista de espera, puedes hacerlo aquí. No sabes las ganas que tengo de empezar, querida mía.
Feliz sábado,
Sol
De acuerdo con tus tres minutos, yo misma sería un ejemplo de que no creo en el edadismo, tengo 62 y sigo estudiando y lo disfruto a excepción de la época de exámenes, sigo trabajando y con familia y ta ta ta... Cómo todas y me atrevo a brillar con mi nueva afición que es la ilustración de cuentos infantiles, lo disfruto muchísimo y pretendo ignorar las críticas y todo lo negativo que veo, es más, primero me mosqueo y luego lo utilizo como impulso y trampolín para reafirmarme.
Cómo bien dices, hay muchos ejemplos, y me siento identificada con lo que dices del miedo a brillar y mostrarme, pero voy trabajándolo.
Mil gracias Sol
Te leo y te escucho con frecuencia y hoy me has “ tocado”.
Ahora jubilada, después de 38 años de docencia en un instituto, y a punto de cumplir 70 me planteo todos los días un cambio de ruta que yo misma freno pensando que es demasiado tarde…MIEDO!
Muchas gracias pos tu post.