Escribo estas letras en domingo y ayer fue un sábado raro, estaba sola en casa, no llovía, lo cual me parece fatal, porque sí, soy de esas señoras a las que les gusta que se haga de noche pronto, que el termómetro ande por debajo de los doce grados y los findes llueva. Si nieva ya es la hostia. Estarás pensando que soy una cabrona de cuidado, porque esas condiciones le joroban la vida a la mayoría de la gente. Tranquila, porque de momento no tengo poderes paranormales y no influyo en la climatología, así que seamos amigas.
El caso es que si hace buen tiempo, como ayer, siempre escucho una vocecilla interna que me empuja a salir a la calle: camina, queda con alguien, no pierdas el día. En el otro hombro, no sé si el diablo o el angelito, me contaban ayer que llevo doce años siendo madre, lo cual significa no quedarte en casa tranquilita jamás. Aprovecha tu libertad, Sol, esta oportunidad es oro. Y así todo el sábado, volviéndome locatis, pendulando entre vestirme y pintarme el morro o deshacerme en mi sillón mostaza. Al final ganó el sillón, “Anatomía de Grey”, el chándal y el moño. Me acosté a las nueve y cuarto, escuchando la jarana de los bares de mi plaza y calculando el importe que tendrían que pagarme para convencerme de que me quitara el pijama y bajara a una de esas terrazas. No llegué a ninguna cantidad que me sedujera.
Hoy he abierto el ojo a las seis y media e, inmediatamente, me he dicho que hoy no habría discusión entre mi hombro izquierdo y mi hombro derecho. No hay cosa que disfrute más que salir a caminar por un Madrid que amanece, así que me he plantado el pantalón de deporte, las zapas, me he tomado el Cola Cao que mi nutricionista no me ha prohibido (menos mal) y me he lanzado a las calles.
Mientras callejeaba entre Santa Engracia y Almagro me he felicitado por la decisión, porque un día de sillón está bien, pero dos me sientan mal. Porque lo de ayer no fue una decisión en plena regla, sino una duda prolongada durante quince horas. Esa no soy yo. Lo sé porque me conozco. Todo un detalle teniendo en cuenta que he escrito un libro que se llama “Apréndete”. Y es que lo difícil, lectora, es que tenemos que aprendernos continuamente, porque somos cambio, por mucho que nos joda. Esta Sol de ayer sábado y de hoy domingo es una a la que la libertad de una vida sin hijos en casa la está aturdiendo. Me han quitado las vallas y ando como una yegua confusa, ¿qué hago ahora que puedo elegir, que no hay responsabilidad más allá de mi curro y mantenerme limpia y nutrida? Le contaba a una amiga que siento como cuando te quitas la coleta y el pelo te duele. Me he acostumbrado a una misma receta y ahora me han dado doscientos ingredientes más, a ver qué hago con ellos.
Tengo la inmensa suerte de que mis cambios han sido elegidos: la decisión de que mis hijos estudien fuera, la transformación de mi proyecto y algún asunto más. No me imagino el maremoto que supone lo sobrevenido, aunque intuyo que las herramientas que nos llevan a reocupar nuestro nuevo lugar son las mismas en cualquier caso. Meter cada cosa en su cajón, elegir las vías sobre las que recorrer el camino que ahora empieza, crear un nuevo eje requieren de orden, mental y físico, que somos una, te recuerdo.
Durante mi caminata he decidido que iba a escribir este remolino cerebral, a enumerar mis nuevos ingredientes, a calcular cuáles son las posibles vías sobre las que puedo deslizarme y a elevar el dron para decidir quién voy a ser a partir de ahora.
Escribir suele ser la respuesta a todas mis preguntas. Porque ordenar es entender y escribir es, siempre, ordenar.
Feliz sábado.
P.D. 1: en el último episodio de “Las claves de Sol: el podcast” comparto seis pilares en los que me apoyo para lograr que mis miedos no me bloqueen (porque los tengo, queridas). Lo puedes escuchar aquí.
P.P. 2: si te apetece compartir este texto en Instagram (Gracias, porque sois muchísimas las que lo hacéis), porfa, hazlo con el enlace y así le haces un bien a quién lo quiera leer entero y también a mí (algunas me escriben preguntando dónde lo pueden encontrar y me es imposible contestar a todos los mensajes). Sois muy guapas
Yo ando buscando una receta nueva con mis ingredientes de toda la vida. También hay que hacer inventario porque a veces se te olvida la especia esa que tienes olvidada en el fondo del cajón. Esa que puede hacer que un plato de lentejas de toda la vida se convierta en un dahl de lentejas exótico.
Eres una yegua libre sin vallas 😂. Me ha encantado esa metáfora. Muchas personas vivimos los días en una duda permanente, intentando encontrar el equilibrio entre los demás y nosotras mismas. Y cuando no hay vallas, la cosa se complica.
Qué bien que tengas tan claro el objetivo y dispongas de las herramientas. Ahora toca una nueva fase y seguro que la disfrutas. Y nos sigues inspirando con tu evolución y tus retos.
Gracias Sol.