Escribo estas líneas en un avión, para variar, que sobrevuela el Atlántico, tras pasar diez días en Ciudad de México, un lugar que adoro cada vez más, por su cultura, su comida, su clima y, sobre todo, por su gente. Qué amabilidad y qué alegría chorrean esos con los que me junto aquí. Una vez más, he reparado y reflexionado sobre los rasgos de las personas que me gustan, que me aportan. Personas absolutamente diferentes entre ellas, como si fueran los ingredientes de un plato magnífico en el que conviven lo dulce, lo salado, lo picante.
Me gusta la gente que logra lo que parece imposible, que a partir de una idea que a muchos les puede parecer demencial, construyen la vida que desean a base de foco y esfuerzo. Como mi amiga Lucía que ahora mismo está pilotando el avión que me lleva hasta Madrid. Una tía entusiasta y lista a más no poder, de cincuenta tacos. Una niña de Aluche que contemplaba los aviones pasar por encima de su barrio y se decía a sí misma que un día ella pasearía por esos cielos. Sus padres: delineantes. Ella: voladora. Persiguió su sueño y ganó sus alas. Bravo, bravo, bravo.
Dime, lectora, que Lucía no te inspira y te da ganas de aplaudir.
Qué necesarios son los que tienen sentido del humor, los que viven ignorando esas mierdas según las cuales a tales edades no se hacen tales cosas. Los que convierten la risa y la carcajada en el pan nuestro de cada día. Los que llevan instalado en el ADN el buen carácter, la ligereza, la inteligencia suficiente para atragantarnos mientras bebemos con sus comentarios ocurrentes. La risa cura, alegra, calma.
Me encantan los que se saben merecedores, y si son merecedoras casi que mejor, porque lamentablemente en nosotras pesa mucho más la culpa por el gustazo. Qué coñazo es la culpa, por favor. Fijémonos en las que creen merecer descanso, tiempo libre, comodidades. Observemos lo que hacen y destripemos las creencias potenciadoras que son la raíz de todo eso que se permiten. Preguntémonos a quién le haríamos daño si nos acercáramos un poco más a esa actitud y un poco menos a seguir cargando mochilas que, muchas veces, son de otros. Y preguntémonos a quién le haríamos bien. Y si la respuesta te apunta a ti, ya tenemos razón suficiente para virar, amiga.
Abrazaría todo el rato a la gente amable. Y esta ciudad que abandono está hasta la bandera de personas amables y simpáticas. Desde el taxista hasta la dependienta, desde la señora que se sienta a tu lado en el concierto hasta mi amiga Claudia que nos recibe en su casa tras bañar a sus niños y meterles en la cama (que todas sabemos que ese es el momento en el que tú solo quieres despanzurrarte en el sofá) para ofrecernos unos quesitos y hablar de la vida. Personas que convierten tus días en algo mullido y suave, qué gustito.
Últimamente reparo mucho en la gente comprometida y reflexiono sobre lo que supone comprometerse con una misma. Hoy mismo, antes de despegar, hablaba con Jose María, el informático que ha creado mi nueva y maravillosa web, y con Pablo, que fue mi mano derecha en mi otra vida y que, desde hace un par de meses, vuelve a hacerme la vida más fácil. Que yo salte de la alegría por el éxito del nuevo audiotraining, es normal. Que yo refresque la web cada dos por tres para comprobar cuántos libros se han vendido, también (Por cierto, gracias otra vez, sois unas salvajas maravillosas). Pero que lo hagan ellos, que lo vivan como algo propio, que se queden sin comer hasta que todo funciona a la perfección y que estén pendientes como si les fuera la vida en ello… Eso es ser una persona comprometida, supercalifragilística y extraordinaria. Y me empuja a mí a querer hacerlo todavía mejor. Se lo debo, me lo debo, os lo debo.
No sé si somos la suma de las cinco personas con las que más tiempo pasamos, pero es incuestionable que nuestro entorno determina, en gran medida, nuestro éxito (lo que para cada una sea el éxito). Te animo a que, a partir de ahora, busques a los que tienen ideas, a los amables, a los de buen humor, a los merecedores, a los comprometidos. Arrimémonos a ellos, que todo se pega, la hermosura también.
P.D. En el último episodio de mi podcast también hablaba de gente, en este caso de a quién sí acudir cuando necesitamos opinión o consejo, incluso cuando parece que esa persona no existe. Puedes escucharlo aquí.
P.D. 2 Acaba ya mismo el plazo para votarme como candidata en las Top 100 Mujeres Líderes. Si crees que lidero algo en la vida y aún no me has votado, puedes hacerlo aquí (en teléfono a veces da problemas, mejor en ordenador). Gracias de antemano.
Mis personas favoritas son las que cada vez que se me ocurre un plan me dicen- “si alguien puede esa eres tú”. Mi marido es experto en eso. A mis hijos no para de decirles- lo único que tienes que hacer es practicar un poco más y te sale seguro. Qué gusto crecer así, ¿no?
Marian
just now
Qué Gustazo leerte y notar ya esa fuerza que te eleva para ponerte en acción, sobre todo para reparar en esas pequeñas pero GRANDES personas con rasgos EXTRAORDINARIOS.Me gustan todos los que dices pero sobre todo los que ESCUCHAN, este rasgo está cada vez más en extinción.La escucha es como un gran abrazo.
El mundo necesita más abrazos de escucha💛