La verdad es que el título de este texto no es del todo honesto, pero quedaba bien y transmitía la idea: si la culpa asoma para aplastarte, para frenarte, para empequeñecerte no le hagas ni caso.
Por contextualizar un poco, aunque seguro que me habéis escuchado esto alguna vez: la culpa funcional aparece cuando le estás propiciando un daño al otro. Yo te pego, yo te insulto, yo te robo y me siento culpable. La función de la culpa aquí es que no repitas esa acción. La culpa disfuncional tiene que ver con sentirte mal por tratarte bien. Leído se me antoja todavía más fuerte que dicho.
Dicho esto, vamos a 5 asuntos que me consta que os generan culpa gracias a las maravillosas conversaciones que mantenemos en las redes sociales (cuánto me enseñáis):
Dedicarte tiempo: para descansar, para hacerte un tratamiento facial, para tomar un café con tus amigas. No es fácil salir de la espiral de curro, del cuidado de los niños (que a veces no son niños y tienen pelos por todas partes, pero tú insistes en lavarles la ropa y prepararles el desayuno), de las cosas de la casa. Cuando llevas tantos años inmersa en la rueda de hámster, tu cerebro está programado para no parar.
Y si paro es que desatiendo. No sé a quién o a qué, pero desatiendo. Y si desatiendo soy una vaga. Y si no hago, no valgo. Y si reparto responsabilidades va a haber resistencias (y las resistencias son conflicto y yo odio los conflictos, así que mejor me callo). Y si otro hace mientras yo me siento, o me divierto es que soy mala persona, porque a mí me han enseñado que lo normal es entregarte tanto a lo que otros quieren que te olvidas de ti.
Invertir en ti: o gastarte tu pasta en lo que te dé la gana. Ningún problema en dejarte el sueldo en mil regalos de cumple infantil, ningún problema en comprarle a tu hijo esas zapas que quiere y que son caras de cojones, total, unas zapas blancas de toda la vida de Dios. Pero las quiere y las tiene. Pero, ay, cuando se trata de darte un masaje, pagar un curso sobre algo que te hace ilusión, ir al concierto de tu grupo favorito que lleva seis años sin venir a España. ¿Tienes la pasta? Sí. ¿Gastarte ese dinero va a suponer un menoscabo en la calidad de tu vida o la de tu familia? Para nada. Pues si esas son las respuestas, la cosa está clara, amiga.
Darte gustazos: esta es un poco la mezcla de las dos anteriores, pero rizando el rizo, porque es dedicarle tiempo y pasta a cosas que, en principio, ante tus ojos de mujer observada de cerca por la culpa, son inútiles. Menos mal que apareció Rodin y su famoso “Útil es todo lo que nos da felicidad”. Útil es una taza bonita, aunque tengas el armario lleno de tazas, porque tu té ahí sabe mejor; útil es pirarte tu sola a un hotel rural dos días; útil es comprarte un sillón de lectura, aunque tengas un sofá, porque el sillón te encanta y leer ahí sabe mejor.
Cuestionar creencias: ay, las putas creencias limitantes, que conforman una realidad que no es realidad sino cárcel; que te dejan ciega y sorda ante tus posibilidades; que son tan invisibles y tan inconscientes. Tan difíciles de atrapar. Pero a veces, el milagro ocurre y te das cuenta de que quizás eso de que eres incapaz, de que tal cosa es imposible, de que no te mereces algo no es tan cierto. Y se enciende la chispa, pero también aparece el canguelo. Y la culpa, claro, por ser desleal a quienes te las enseñaron y, de alguna manera, a la persona que has sido hasta ahora gracias (o por culpa de) ellas.
Porque agarrar las creencias, preguntarte de dónde salen, cómo han condicionado tu vida hasta ahora y si vas a dejar que sigan haciéndolo pueden llevar a respuestas que pondrán tu vida boca abajo. Y ahí llega, también, el miedo. Y una verdad: solo atravesando lo que temes sabrás quién eres realmente y hasta dónde puedes llegar.
Tomar decisiones: en una encuesta que os envié allá por junio para que me ayudarais a crear la mejor formación posible (espero esta semana poder daros ya toda la info, estoy nerviosísima), muchas me contasteis que uno de los mayores obstáculos a la hora de tomar decisiones era la culpa, porque, a veces, el tratarte bien, supone un perjuicio para otro.
Aquí yo aplico el principio de “Cómo me gustaría que me trataran a mí”, es decir: si la culpa aparece cuando piensas en separarte, dejar tu trabajo, ponerle límites a ese familiar que suelta comentarios que no proceden, imagina que tú eres tu pareja, tu jefe, la Tía Paquita. Yo no querría que nadie siguiera conmigo si es infeliz, que nadie trabajara conmigo sin prefiere estar en otro sitio, que nadie me dijera las verdades cuando pueden llevarme a ser mejor persona.
Qué necesario es sostener la incomodidad que nos regala la culpa, caminar en la línea que nuestros deseos y nuestra dignidad nos señalan: preguntarnos de dónde sale, si me sirve para algo o no, si es mía o de otros. O si les sirve a esos otros para que nos mantengamos todos en el mismo lugar, uno que a ellos les encanta y que a ti te disuelve. Obediencia, siempre, pero solo a ti misma.
Hasta aquí estos tres minutos que ya son cuatro, que no lanzan soluciones, porque cada culpa es un mundo: Pero sí pretenden, como siempre, que te des cuenta para así poder hacerte cargo. Feliz sábado.
P.D. Te pido un favor enorme, si decides compartir este texto en Instagram (lo hacéis muchísimo, gracias), porfa, pon el enlace. Así les facilitas la vida a todas las que lo quieren leer. Algunas me escriben a mí preguntando y es imposible atender todos los mensajes. Gracias millones otra vez.
P.D. 2 El lunes pasado salió el episodio de podcast que más os ha gustado hasta el momento, en él comparto 13 hábitos que uso para mantener la calma. Estoy flipando con la cantidad de comentarios. Qué felicidad que os sirva. Si no lo has hecho todavía, puedes hacerlo aquí.
P. D. 3 En pocos días termina el plazo de votaciones de la Top100 Mujeres Líderes. Soy candidata, mira que bien. Si te parece que lidero algo, puedes votarme aquí. Desde el móvil da problemas, desde el ordenador no.
Justo ayer pensé en ti. Llevaba días pensando en irme un fin de a un balneario sola. Lo necesito por el estrés que llevo. Pero me parecía mucha pasta que podía utilizar con mi hijo y darle a él para ese mismo finde que se va con amigos.
Pues ayer pensé, si Sol estuviera en mi cabeza me diría “Amigui, lo quieres, lo necesitas te lo puedes permitir? Pues hazlo, date un gustazo y cuídate” El finde que viene me voy de balneario solita a desconectar. GRACIAS ❤️
Cómo un libro abierto. Yo no sé si llamarlo ,en mi caso, miedo.