Hace unos días, en mi formación sobre planificación, una de mis alumnas contó que tener una conversación con sus padres sobre algunos temas era algo inviable. Le comenté que inviable era que yo saliera volando por la ventana, pero que es totalmente viable sentarte delante de tus progenitores y tener una conversación con ellos.
Luego le planteé una pregunta: “¿A qué le tienes miedo”. Ella respondió que, aunque no fuera su intención, ellos se tomarían la conversación como un ataque.
Le respondí con otra pregunta: “¿Y?”
Creo recordar que no hubo una respuesta clara. Normal, porque no existe.
Su miedo, probablemente, tenga que ver con no creerse capaz de sostener la incomodidad de cuestionar, de cuestionarlos, de cuestionarse a ella misma. Porque de alguna manera, esa conversación y ese cuestionar, se convierten en deslealtad e, incluso, en desobediencia.
Pero es que ya no tenemos ocho años, tenemos más de treinta, de cuarenta, de cincuenta.
Y seguimos obedeciéndoles a ellos.
Y desobedeciéndonos a nosotras.
Seguimos culpando a las circunstancias, a nuestra educación, a nuestras creencias de los comportamientos que repetimos una y otra vez y que nos dejan en el mismo lugar una y otra vez.
No voy a hablarte de la culpa, pero sí de la responsabilidad. De la que le debes a tu divina persona, querida. Si tú no te haces responsable de lo que piensas, dices y haces, no ejerces tu poder. Y eso es una mierda como un piano.
No somos eternas. Eso también se lo recordé a mis alumnas en la sesión. Cuando llegue el momento final y le cuentes a la vida que te daba miedo desobedecer a otros para obedecerte a ti; que dejaste de hacer, disfrutar, crecer por si alguien se enfadaba la vida te va a mirar con mala cara, ya te lo digo.
Atrévete, chavala, pon límites. Decide por ti misma. Deja de traicionarte. Escúchate. Aparta las expectativas ajenas y lánzate sobre lo que TÚ quieres.
Respetar a otros no tiene absolutamente NADA que ver con vivir según sus reglas o creencias para siempre. Podemos honrar lo que nos enseñaron, agradecer lo que hicieron por nosotras, y al mismo tiempo, decidir qué es eso que me regalaron y me sirve y qué es lo que guardo en un cajón, teniendo claro que lo hicieron, que lo hacen, lo mejor que saben.
Sería un detalle que tú lo hicieras, también, lo mejor posible.
Lo mejor posible para ser lo más feliz posible, claro.
Y ya que el texto hablaba de mantener conversaciones delicadas y como a servidora le gusta más una herramienta que a un tonto un caramelo, allá van algunas que te pueden ayudar en esta labor:
Prepárate emocionalmente: antes de hablar, respira y reflexiona sobre lo que quieres contar y sobre lo que sientes. También sobre la respuesta que puedes tener, pero no para preparar el contraataque, sino para asegurarte de que vas a mantener la calma. Recuérdate que cómo se tome el otro tus palabras no depende de ti, sino del otro. Pregúntate qué es lo peor que puede pasar para darte cuenta de que tampoco es tan horrible. Y también qué es lo mejor, que siempre es, para empezar, validar lo que sientes y saberte merecedora de expresarlo. Bravo.
Practica la comunicación asertiva: sé clara y respetuosa. Utiliza frases como “Me siento…” en lugar de “Tú siempre…”, para que el enfoque sea algo objetivo y no una acusación. Di las cosas como te gustaría que te las dijeran a ti. Agradece lo que han hecho por ti y recuérdales que lo que estás diciendo es porque quieres ser lo más feliz posible.
Acepta la incomodidad: estas conversaciones no serán fáciles, pero son necesarias. Acepta que puede haber resistencia o desacuerdos, y está bien. No tienes que convencer a nadie, solo contar lo que necesitas para sentirte libre.
Ten paciencia: no todas las conversaciones tendrán un resultado inmediato. Ellos también están lidiando con sus marrones y con sus propias creencias, y cambiar patrones lleva tiempo y mucho esfuerzo. Sé compasiva contigo misma y con ellos.
Cuestionar las creencias heredadas no es un acto de deslealtad ni de falta de consideración. Sí es un acto de autoamor enorme. Aprender a escucharte, a hacerte caso, a priorizarte, a hacerte responsable, a empoderarte es la única manera de que te pase lo que quieres que te pase. Honrar a los que te han criado no significa seguir sus pasos ciegamente, sino agradecer sus enseñanzas y, desde ahí, decidir cuál es el camino vas a tomar para que la vida te aplauda y te dé las gracias por lo que has hecho con ella.
Feliz sábado.
P.D.: si te apetece compartir este artículo, porfa, pon el enlace en Instagram. Les facilitas mucho la labor a las que quieren leerlo y a mí también. Gracias mil.
P.D2.: tienes un episodio de podcast relacionado con el tema del que te hablo hoy. En él comparto estrategias para gestionar las comidas navideñas con gente un tanto insoportable, pero sirve para cualquier día de octubre o de marzo. Lo puedes escuchar aquí.
P.D3.: en solo 10 días, mi nuevo programa REINVÉNTATE estará disponible, solo hasta el 6 de octubre. La próxima edición será, como pronto, a finales de 2025.
En REINVÉNTATE comparto contigo las claves imprescindibles para mi propia reinvención y todos los recursos que he usado durante los últimos años para ayudar a otras a encontrar su nuevo camino, tanto vital como laboral.
He incluido en esta formación algo en lo que llevo trabajando hace tiempo: un bonus exclusivo, una Masterclass sobre los hábitos que practico y que considero imprescindibles para disfrutar de una vida exitosa, es decir, de una vida en la que te quieres quedar.
Te contaré desde las membresías a las que estoy suscrita hasta los podcasts que escucho, cuáles son todos mis rituales y rutinas desde que abro los ojos hasta que los cierro.
Cómo cuido mi cuerpo, mi mente y mi espíritu.
Todo lo que, a día de hoy, me sigue construyendo e impulsando para que me pase lo que quiero que me pase y que no he contado en ninguno de mis contenidos.
Esto es lo que dicen las alumnas que han cursado mis formaciones:
“Un regalo para mí, tenía mis dudas, pero siento que es el camino a seguir para mí”
“Maravilloso, estupendo, he hecho algún curso anterior con otras coach y no tiene nada que ver.”
“Una vez finalizado, por una parte, no puedo evitar pensar que bendita la hora en que una amiga me habló de ti, Sol. No soy muy de redes sociales y no te conocía. En segundo lugar, me ha parecido una decisión, una inversión grandiosa. Tu formación es una iniciativa muy potente, muy útil, muy realista y muy nutritiva.”
Si quieres saber más sobre REINVÉNTATE o apuntarte a la lista de espera, puedes hacerlo AQUÍ.
Esta semana la tarea propuesta por mi psicóloga es escribirles una carta (de momento sin entrega) porque no me siento preparada para hablar con ellos cara a cara, y tú publicas esto. La vida…🙏🏼❤️
Recuerdo todavía la escena. Es difícil de olvidarla. Se trata DE LA PRIMERA VEZ que, manteniendo una calma que me sorprendió hasta a mí dije: "no, mamá, no lo voy a hacer tal y como tú quieres que lo haga porque yo no quiero hacerlo así". Tenía algo más de 40 años.
No le levanté la voz, recuerdo que internamente estaba agitada (como emocionada) y esa respuesta fue el detonante de una larga conversación que, al menos a mí, me regaló una PAZ indescriptible.
Escucharme decir en un tono tan calmado como asertivo: "mamá, a mí no me cuesta nada hacer las cosas por cumpli-miento (cumplo y miento) para tenerte contenta... pero hoy ELIJO hacerlas de forma honesta, a mi modo, sin la necesidad de cumplir con tus expectativas... porque sé que me engaño cuando me cuento que si no hago las cosas exactamente como tú quieres, me dejaras de querer. Sé que me vas a querer, independientemente, de lo que HAGA. Doy por hecho que me quieres por QUIÉN SOY".
Escuchar su silencio. Ver su rostro tratando de comprender. Sentir en algún lugar de mi alma autogratitud por la valentía que fue preludio de la PAZ posterior.
Es MAGIA. Atrevernos a SER es MARAVILLA maravillosa ✨💫🎉.
Nunca es tarde.
Gracias Sol por traerme a la memoria ese día.
Os pido que confiéis en que cada una identificará el momento, la ocasión propicia para que suceda🙏🏼💕.