Decidir dónde colocamos nuestra atención y mantenerla en el centro de nuestra diana particular es el superpoder de este siglo, querida mía. Por varias razones, entre ellas: allá donde vaya nuestra atención iremos nosotras. Si la colocamos en todo lo que no tenemos, no podemos no queremos no conseguiremos demasiado. Si apuntamos firmes a todo eso que sí queremos, sí tenemos, sí podemos la cosa será mucho más agradable.
No tengo que contarte mucho sobre la satisfacción y la paz mental que da el ser capaz de enfocarte en la tarea que estés haciendo. La gestión de nuestro tiempo, es decir, de nuestra vida, depende en gran medida de ello.
Estoy hablando de bienestar, de que nos pase lo que queremos que nos pase y eso depende tanto de que nos anclemos al hoy para que nuestro cerebro miedoso no nos la juegue inventándose catástrofes que nunca sucederás, como con ser capaces de dejar el móvil apagado para concentrarnos en nuestro curro, nuestra conversación, nuestra existencia.
Estarás pensando que es difícil, claro, como casi todo pasados los catorce años, pero está en nuestra mano entrenarnos y organizar nuestro entorno para vivir y trabajar con la máxima claridad y eficiencia posibles. Y de ahí, al disfrute, claro. Por eso he querido hoy compartir tres herramientas, esta vez no mentales, sino funcionales, que a mí me ayudan un montón a agarrar fuerte las riendas de mi atención. Allá voy:
1. La técnica Pomodoro
Quizás has oído hablar de esta herramienta porque es un clásico, y es un clásico porque funciona. Consiste en trabajar en intervalos de tiempo breves y concentrados, la teoría dice que de 25 minutos, seguidos de un descanso breve, cinco o diez minutos.
¿Mi consejo? Tú te conoces mejor que nadie y conoces también tu trabajo. Yo, por ejemplo, al principio del día, soy capaz de estar concentrada hora y media y, además, es lo que me lleva empezar y terminar muchas de mis tareas, así que las coloco al principio del día. A medida que van pasando las horas, ese tramo va disminuyendo.
Otro consejo, a mí me funciona de maravilla, al comienzo de cada intervalo de curro, declararme a mí misma mi intención. Si ando dispersilla, incluso la escribo, por ejemplo: hoy voy a terminar los artículos de todo el mes para tomarme unos días libres y descansar el coco.
Para mí es importantísimo, en los descansos, mover el cuerpo, estirar, bailar, darme una vuelta, lo que sea. Cuando el coco se enreda, el meneo es la mejor solución. La técnica Pomodoro nos ayuda a 1) Evitar el agotamiento mental y 2) A ser productivas sin agobiarnos más de la cuenta.
Más importante todavía: el móvil fuera de la vista, de la habitación. Tenerlo encima de la mesa, incluso sin mirarlo, disminuye nuestra atención muchísimo.
2. Mi lista de prioridades mensual, semanal y diaria
Y casi te diría que anual y trimestral, pero no quiero agobiar a nadie. Cada una sabe si le va mejor mirar el año completo para organizarse o si eso le supone un agobio. A mí me da claridad y perspectiva. Me ayuda a que mi agenda no sea una lista interminable de cosas por hacer sin demasiado sentido y sí sea una lista estructurada de prioridades que correspondan a mis objetivos.
Y mis objetivos pueden ser facturar x, tomarme tantos días de vacaciones o tomarme el 2026 como año sabático (esto me lo acabo de inventar, pero suena bien, creo)
El caso es que para mantener el enfoque, necesito claridad sobre cuáles son mis (máximo) tres tareas más importantes del día, esas que realmente me acercan a algo que me importa.
Cómo lo hago:
El domingo organizo la semana y escribo las (máximo) tres prioridades principales que quiero acabar antes de que acabe cada día.
Me aseguro de que estas tareas estén alineadas con mis objetivos, no con las urgencias del momento. Si surgen imprevistos reales, porque los imprevistos que se repiten son previstos, al acabar el día, muevo lo que no he terminado al día siguiente y corrijo toda la semana.
Dejo espacio para lo que yo llamo “flecos”, esas cosillas que hay que hacer pero que no son importantes, las hago al final del día, cuando ya no tengo el coco para concentrarme demasiado.
Organizarme así y tener claras mis prioridades elimina las tentaciones de perder el tiempo en cosillas menos importantes, que no me acerquen a ningún sitio. Además, el gustazo que me da tachar esas tareas clave es lo más de lo más.
3. Medir mis tiempos
Si no sabemos cuánto nos lleva cada tarea, no podemos organizarnos y llegamos a esa sensación de “No llego a todo”. Normal, porque si sumas los tiempos de las tareas que te habías propuesto para hoy, suman treinta horas. Si lo consigues, flipamos todos.
Quizás me has oído hablar de la App Toggl, sirve para medir los tiempos y también me gusta porque me ayuda a crear una especie de productividad forzada. Hay un reloj contando el tiempo que tardo en escribir este texto. Si me distraigo, si miro el móvil, si miro las rebajas de la tienda online de Zara el reloj sigue contando, sigue mirándome y avisándome de que, si no me concentro, o no voy a terminar lo que me había propuesto hoy, con lo cual no me voy a acercar a mis objetivos. O si quiero terminarlos, voy a tener que currar hasta tarde y no voy a poder tirarme en el sofá para ver “The Good Wife” por enésima vez. Y eso es una catástrofe.
Y hasta aquí algunas de las herramientas que me ayudan a concentrarme y a que me pase lo que quiero que me pase, espero que te sirvan.
Por si eres de esas que dicen que procrastinan (que habría que verlo) te dejo aquí un episodio de podcast en el que hablo sobre algunas estrategias para darle la patada a la procrastinación y lanzarte sobre todo eso que te has propuesto hacer, espero que te sirva.
Y aquí te dejo un audio de solo treinta minutos con dos ejercicios que a mí me ayudan a retomar las riendas de mi vida cuando siento que se me están escapando.
Un abrazo grande,
Sol
Gracias sol!!!! Muy prácticos y creo sencillos de aplicar.
Esto es un tesoro! Gracias Sol❤️