Hola, querida mía:
Creo que la pregunta que más me habéis repetido en los últimos años ha sido: ¿Cómo encuentro mi talento innato? Y lo decimos como si fuera uno solo, primera mentira. La otra mentira: muchas dudáis de que tengáis alguno así que no abrís la mente con el fin de encontrarlo.
Lo he afirmado mil veces y lo repito: TODAS tenemos varios talentos.
Otra cosa es que el sistema educativo y las cacas culturales los hayan enterrado bajo miles de creencias y de corsés, pero están ahí debajo, te lo aseguro. Así que nos toca desenterrarlos, básicamente, porque conocer nuestros talentos forma parte esencial del autoconocimiento, de la satisfacción y de la plenitud.
Encontrar nuestros talentos innatos puede ser un viaje de lo más emocionante y divertido, siempre que estemos dispuestas a probar, a jugar, a experimentar. A dejar de perseguir desde la tensión para curiosear desde la calma.
No te cuento nada nuevo si te digo que el estrés nos bloquea, no nos deja enfocarnos ni pensar con claridad. Las prisas no nos aportan nada bueno tampoco en la labor de descubrir en qué somos realmente buenas.
Dicho esto, vamos a empezar a pelar esta cebolla que somos siendo consciente de dos errores que constituyen gran parte del muro que hay entre mi Yo de hoy y la Yo que conoce sus habilidades innatas.
Primer error: compararnos con los demás
Y no con cualquiera, sino con esos ante los que salimos perdiendo, claro. Y no con la realidad, sino con la idea que tenemos de los demás, de sus vidas, de sus talentos.
Nos comparamos con un resultado que a nosotras nos parece inmediato y quizás lleva años cociéndose. Esta es una de las razones por las que comparto mucho los procesos de mi trabajo. Cuando una entiende todo el esfuerzo, los pasos y las dificultades a los que se enfrentan los demás es más fácil verse reflejada en ellos. Yo te recomiendo que investigues todo lo que hay detrás de los éxitos que te llaman la atención y que lo hagas con el impermeable quitado, es decir, con la actitud de empaparte y aprender de lo que otros han vivido, en lugar de compararte con ellos.
El compararnos con otros puede afectarnos de varias maneras:
Por un lado, les quitamos valor a nuestros talentos, porque si otro destaca más que yo, será que tan habilidosa no soy. Como si no hubiera actrices maravillosas aparte de Meryl Streep o buenos nadadores que no son Michael Phelps. Esto no es una competición, no se trata de ser la mejor, sino de saber qué se te da especialmente bien. Además, o se me ocurre que quizás esa persona que es requetebuena en lo que sea lleva muchísimos años cultivando su talento (recuerdo aquí al violinista Ara Malikian preguntándose cómo pueden llamarle genio cuando lleva 40 años practicando 8 horas al día) o que, en la vida, hay otros factores a tener en cuenta para alcanzar nuestros objetivos: quizás otras personas gestionan mejor su tiempo, se atreven a delegar, le cuentan al mundo qué es eso que tienen que ofrecer de una manera magistral.
Por otro lado, cuando tenemos el foco puesto en la comparación perpetua, perseguimos talentos que son de otros, pero no nuestros. Queremos ser buenas en eso que otros admiran, en eso que se supone que es valioso; no en lo que nos divierte, no en lo que nos llena. Eso en lo que fluimos con naturalidad. De esa desalineación solo puede salir mucha incoherencia y toneladas de frustración.
¿Por dónde empezar a modificar ese patrón? Pues, adivina, enfocándonos en nuestro camino en lugar de andar pendientes del de otros. Porque una cosa es, de nuevo, aprender e inspirarse para bucear hasta encontrar tus talentos y otra muy diferente diluirte en lo que otros hacen bien.
Es necesario que pongamos la energía en mejorar lo que nos apasiona, lo que nos llena, lo que se nos da bien, en lugar de dejarlo de lado para ir tras algo que no es mío.
El error número 2 tiene que ver con no darnos permiso para fallar. Escribí sobre el miedo a equivocarnos en otro artículo que te dejo aquí.
Ese miedo nos roba la oportunidad de explorar, de probar, de desarrollarnos, y no vamos a desenterrar ninguna habilidad si no estamos dispuestas a excavar en muchos lugares. Ese miedo a equivocarnos se esconde en algunos lugares que te van a sonar:
En el perfeccionismo: creer que has de ser perfecta en todo lo que haces, aunque lo intentes por primera vez, te corta las alas sin remedio. No te deja intentar. No te deja disfrutar del proceso.
Abandonamos ante la primera dificultad, pensando que, si realmente fueras talentosa, todo sería fácil desde el principio. Digo yo, por poner ejemplos cercanos, que Freddie Mercury no cantaría su primera canción igual que Bohemian Rapsody y que Eric Clapton no clavaría el primer acorde con su guitarra. Rueda por Instagram un video de Rosalía super jovencita desafinando lo más grande. Menos mal que no se rindió.
Por irnos a algo más cercano, querida, a mí se me ponen los vellos como escarpias cuando leo mis artículos de hace cinco años, y no de la emoción precisamente. Me parecen una mierda sideral. Ojalá piense lo mismo de este que estás leyendo cuando lo revise en el 2030, porque eso significará que sé más. Esto es como lo de los amores: quiero saber más que ayer y menos que mañana.
Lo mismo con las formaciones: en la primera fuimos seis contando conmigo. En la última, ochocientas cincuenta y una. Agradecida es poco. Mi talento para comunicar era el mismo entonces que ahora, el cambio se debe a que ahora sé mucho más sobre escalar mi negocio, sobre la estructura que necesito. Y mucho más importante que eso: ahora me sé capaz y merecedora. Ahora sé que es posible tener cientos de alumnas. Mis creencias potenciadoras elevan un talento que siempre ha estado ahí, aplastadito, el pobre.
¿Y qué hacemos con estos errores? ¿Cómo los supero? Pues cambiando nuestra mentalidad, claro, que es la raíz de todo. Es necesario olvidar el perfeccionismo y abrazar el crecimiento. Interiorizar que todo en la vida conlleva esfuerzo, que no es lo mismo que sufrimiento. Estar dispuestas a cometer muchísimos errores, porque de ellos saldrán los aciertos. Tratarnos la mar de bien y decirnos cosas bonitas, como si nos cayéramos la mar de bien. Entender que lo que lleva décadas enterrado no va a emerger de un día para otro. Y disfrutar del proceso, porque no hay nada mejor que descubrir quién eres realmente.
Espero, querida mía que reconocer estos errores te ayude a conocerte mejor. Me encantaría que me dejaras en comentarios lo que te resuene y que te atrevas a contarnos cuáles son tus talentos. No seas tímida. Porque otro de los errores que cometemos es esconder nuestro brillo y compartirlo ayuda a que otras levanten la mano.
Empiezo yo: soy buena comunicando (ya lo he dicho) y conectando puntos en principio distantes entre sí para crear soluciones. Venga, ahora tú.
Espero que estas reflexiones te ayuden a ir dilucidando todo eso en lo que eres buena, que es mucho. Feliz sábado.
P.D.: si sientes que quieres hacer un cambio en tu vida, pero no sabes hacia dónde, si no sabes cuáles son tus talentos o si andas bloqueada y no tienes ni idea de cuál es el siguiente paso en cualquier ámbito de tu vida, quizás quieras echarle un vistazo a REINVÉNTATE mi nuevo programa que saldrá en septiembre y en el que te acompañaré, si te apetece, mientras defines tus talentos, creas patrones que te lleven a la claridad mental y formulas preguntas para establecer tu plan de acción. Y lo más importante, te rodearás de otras mujeres con tus mismas inquietudes y dificultades. No hay nada más poderoso que el grupo. Te dejo aquí toda la información y el acceso a la lista de espera.
P.D2.: en el último episodio de mi podcast te hablo de algo que para mí es básico a la hora de gestionar mi vida y transitarla con calma, es decir, del arte de relativizar. Te lo dejo aquí, espero que te sirva.
Se me dá especialmente bien ordenar, decorar y armonizar espacios, y me doy cuenta de que siempre ha estado presente la fotografía 🤔, seguiré indagando en esa línea, gracias Sol☀!!
Total!!! Las comparaciones y el perfeccionismo. Una pareja destructora! Que se vayan de fiesta juntas y nos dejen en paz.
Talentosas somos…